EL PROBLEMA DEL MAL
en
LA FILOSOFÍA CRISTIANA
¿Cúantas veces nos hemos quejado con amargura cuando se nos viene encima la maldad? ¿Has experimentado la sensación que, cuanto más te esfuerzas en ser mejor persona, arrecian las críticas contra tu comportamiento? O... ¿sientes que solo tú estás esforzándote en cambiar y ser mejor cristiano mientras que otros a tu alrededor, tal esfuerzo los tiene sin cuidado? ¿Percibes que todo lo que haces para bien, irremediablemente deriva hacia lo malo? A veces tratamos de hacer cosas buenas y nos sale literalmente "el tiro por la culata".
¿Adónde esta Dios que no nos bendice? ¿Por qué, en algunas situaciones, por más que nos esforcemos en hacer lo correcto, al rato nos damos cuenta que todo a sido en vano? Alguien me dijo: -Tu naturaleza caída te induce al pecado, Marc. Y si pecas, nada te salva de las consecuencias. El pecado, amigo, es lo que te hace sentir que estas en la vida cristiana sin progreso. Por eso, jamás abandone la confesión en Cristo rogando por el perdón de tus pecado día a día.
En lo personal, a veces el dolor que provoca el mal me ubica en un contexto de fuerte melancolía. Sufro por lo que me pasa y también cuando veo el sufrimiento de otros. El mal me provoca tristeza. Y conste que asisto a la iglesia, leo las Escrituras, oro varias veces al día, trato de ser un cristiano cabal, actividades que me dan protección contra las influencias de la malignidad. Aún así, lo malo pega y duro en mi mente y corazón.
Y es que, adonde vamos, la maldad esta siempre presente. No hay descanso y su persecución no tiene agotamiento. Siempre activa y es longeva, la maldad es como un ácido corrosivo para nuestra fe. Jesús dijo durante su ministerio, que el aumento de la maldad, sería una de las señales del fin de los tiempos. Lamentablemente también Cristo nos advirtió que por culpa de lo malo, miles de hermanos verían menguada su fe o directamente, sucumbirían bajo tanta presión del maligno. Jesús dijo en
Mateo 24:3-12:
"3 Y estando él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?
4 Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe.
5 Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán.
6 Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin.
7 Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares.
8 Y todo esto será principio de dolores.
9 Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre.
10 Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán.
11 Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos;
12 y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará.. (RV 1960).
¿Hasta cuándo querrá Dios permitir que lo malo nos lastime sin defendernos? ¿Acaso luego de convertirnos al aceptar a Cristo como Señor y Salvador nos abandona a nuestra suerte? Bien, sabemos que esto último no puede ser posible. El Espíritu Santo mora en nosotros y el Espíritu es Dios. Por lo tanto, Dios esta no solo afuera sino adentro de nosotros. Dios no nos abandona pero la fe si. No todos los cristianos pueden resistir el mal con la fe intacta. Muchos se apartan entristecidos y otros se marchan con rabia hacia el ateísmo. ¿Acaso a Dios le gusta ver como sufrimos? Rebuscando respuestas para contestar estas punzantes preguntas, encontre este artículo que trata el problema del mal.
El filósofo cristiano William Lane Craig dice:
"El propósito principal de la vida no es la felicidad, sino el conocimiento de Dios. Una de las razones por las cuales el problema del mal parece ser tan desconcertante es que tenemos la tendencia a pensar que si Dios existe, entonces Su objetivo para la vida de los seres humanos es de otorgarles felicidad en este mundo. Tenemos la tendencia a pensar que el papel de Dios es de proporcionar un ambiente cómodo para Sus mascotas que son los seres humanos. Pero en la visión cristiana eso es falso. Nosotros no somos los animales domésticos (mascotas) de Dios y el objetivo principal del hombre no es la felicidad en este mundo, sino el conocimiento de Dios, el cual al final trae una verdadera y duradera realización a los seres humanos. Muchos males suceden en la vida que no pudieran tener ningún propósito con respecto a la meta de producir la felicidad humana en este mundo, pero ellos no pudieran ser injustificados con respecto a producir el conocimiento de Dios. El sufrimiento de los seres humanos inocentes proporciona una ocasión para tener una dependencia y confianza más profunda en Dios, ya sea por aquel que está pasando por el sufrimiento o por aquellos que están a su alrededor. Obviamente, si el propósito de Dios se alcanza por medio de nuestro sufrimiento, dependerá de cómo respondemos. ¿Respondemos con enojo y amargura contra Dios o nos volvemos a Él con fe para encontrar fortaleza para poder soportar el sufrimiento?"
Fuertes palabras ¿verdad? Luego de leer uno se queda pensando ¿qué de las prédicas de los pastores y pastoras de la Teología de la Prosperidad que noche y día aturden en los medios gritando que Dios no quiere sufrimientos en sus hijos? Evidentemente, sufrimiento tendremos en abundancia y nadie lo podrá evitar, no mientras vivamos en esta dispensación. A continuación el artículo completo de Craig, probablemente el filósofo cristiano más importante que Dios a levantado en los últimos tiempos. Sin duda que Dios hace mucho para aliviarnos la existencia. Aún así, el mal cansa y muchos se enfrían en el amor al Señor.
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El Problema del Mal
William L. Craig
(Para acceder al artículo original en castellano, click
AQUÍ)
Ciertamente, el problema del mal es el mayor obstáculo para creer en la existencia de Dios. Cuando reflexiono tanto sobre la dimensión como la profundidad de los sufrimientos que hay en el mundo, se deban estos al comportamiento inhumano de hombre contra hombre o a los desastres naturales, entonces debo confesar que se me hace difícil creer que Dios exista. Sin lugar a dudas, muchos de ustedes han sentido lo mismo. Tal vez todos deberíamos convertirnos en ateos.
Pero ese es un gran paso a tomar. ¿Cómo podemos estar seguros de que Dios no existe? Tal vez haya alguna razón por la que Dios permite todo el mal que hay en el mundo. Tal vez de alguna manera todo encaje en el grandioso esquema de las cosas, el cual podemos discernir sólo vagamente, si es que podemos. ¿Cómo podemos saber?
Como teísta cristiano, tengo la convicción de que el problema del mal, por terrible que sea, al final no constituye una prueba contraria o contradictoria a la existencia de Dios. Al contrario, en efecto creo que el teísmo cristiano es la última y la mejor esperanza del hombre para resolver el problema del mal.
Para poder explicar el por qué pienso de esa manera, será útil establecer algunas distinciones para mantener nuestro pensamiento claro. En primer lugar, debemos distinguir entre el problema intelectual del mal y el problema emocional del mal. El problema intelectual del mal se refiere a cómo dar una explicación racional de la manera que Dios y el mal pueden coexistir. El problema emocional del mal tiene que ver con la manera de deshacer la aversión emocional de las personas hacia un Dios que permita el sufrimiento.
Ahora, vamos primero a examinar el problema intelectual del mal. Hay dos versiones de este problema: primero, el problema lógico del mal; segundo, el problema probabilístico del mal. De acuerdo con el problema lógico del mal, es lógicamente imposible que Dios y el mal coexistan. Si Dios existe, no puede existir el mal. Si el mal existe, Dios no puede existir. Dado que el mal existe, se deduce que Dios no existe.
Pero el problema con ese argumento es que no hay razón para pensar que Dios y el mal sean lógicamente incompartibles. No hay contradicción explícita entre ellos. Pero si el ateo quiere decir que hay alguna contradicción implícita entre Dios y el mal, entonces él debe estar suponiendo algunas premisas ocultas que presenten esa contradicción implícita. Pero el problema es que ningún filósofo ha podido, alguna vez, identificar dichas premisas. Por lo tanto, el problema lógico del mal no prueba que haya alguna inconsistencia entre Dios y el mal.
Pero más que eso: realmente podemos comprobar que Dios y el mal son lógicamente consistentes. Observen que el ateo presupone que Dios no puede tener razones moralmente suficientes para permitir el mal en el mundo. Pero esa suposición no es necesariamente verdadera. Siempre y cuando sea tan siquiera posible de que Dios tenga razones moralmente suficientes para permitir el mal, se deduce que Dios y el mal son lógicamente consistentes. Y, ciertamente, sí parece que eso, por lo menos, es lógicamente posible. Por lo tanto, estoy muy contento de poder reportar que hay un acuerdo en general entre los filósofos contemporáneos de que el problema lógico de mal ya ha sido resuelto; que la coexistencia de Dios y el mal es lógicamente posible.
Pero todavía no estamos fuera del problema. Pues ahora confrontamos el problema probabilístico del mal. Según esta versión del problema, la coexistencia de Dios y el mal es lógicamente posible, pero no obstante es altamente improbable. La dimensión y profundidad del mal en el mundo es tan grande que es improbable que Dios pudiera tener razones moralmente suficientes para permitirlo. Por lo tanto, dado el mal que hay en el mundo, es improbable que Dios exista.
Ahora bien, ese es un argumento mucho más poderoso y, por lo tanto, quiero enfocar nuestra atención en él. En respuesta a esa versión del problema del mal, quisiera hacer tres puntos principales:
1. No estamos en una buena posición para evaluar la probabilidad de si o no Dios tiene razones moralmente suficientes para los males que ocurren. Como personas finitas, estamos limitados por el tiempo, el espacio, la inteligencia y el conocimiento. Pero el Dios trascendente y soberano ve el final desde el principio y ordena la historia de manera providencial para que Sus propósitos al final se cumplan por medio de las decisiones libres de los seres humanos. Para lograr Sus objetivos, Dios pudiera tolerar ciertos males en el transcurso. Los males que aparentan no tener sentido para nosotros dentro de nuestro marco limitado pudieran ser considerados como que fueron justamente permitidos dentro del cuadro más amplio de Dios. Tomando prestada una ilustración de un campo científico en desarrollo, la teoría del caos, los científicos han descubierto que ciertos sistemas macroscópicos (por ejemplo, los sistemas meteorológicos o las poblaciones de insectos) son extraordinariamente sensibles a las más mínimas perturbaciones.
Una mariposa aleteando sus alas en una rama en África Occidental pudiera desencadenar fuerzas de movimiento que con el tiempo pudieran producir un huracán sobre el Océano Atlántico. A pesar de que, en principio, es imposible para alguien quien haya observado las mariposas batiendo sus alas en una rama predecir ese resultado. El brutal asesinato de un hombre inocente o la muerte de un niño de leucemia pudiera producir una especie de efecto dominó en toda la historia de una manera que la razón moralmente suficiente para que Dios lo permitiera no pudiera llegar hasta siglos más tarde y tal vez en otros lugares. Cuando ustedes piensan de la providencia de Dios sobre toda la historia, pienso que pueden ver lo inútil que es para los observadores limitados de especular sobre la probabilidad de que Dios pudiera tener una razón moralmente suficiente para permitir cierto mal. No estamos en una buena posición para evaluar esas posibilidades.
2. La fe cristiana requiere de doctrinas que aumenten la probabilidad de la coexistencia de Dios y el mal. Al hacer eso, esas doctrinas disminuyen cualquier improbabilidad de la existencia de Dios que se deba a la existencia del mal. ¿Cuáles son algunas de esas doctrinas? Permítanme mencionar cuatro:
a. El propósito principal de la vida no es la felicidad, sino el conocimiento de Dios. Una de las razones por las cuales el problema del mal parece ser tan desconcertante es que tenemos la tendencia a pensar que si Dios existe, entonces Su objetivo para la vida de los seres humanos es de otorgarles felicidad en este mundo. Tenemos la tendencia a pensar que el papel de Dios es de proporcionar un ambiente cómodo para Sus mascotas que son los seres humanos. Pero en la visión cristiana eso es falso. Nosotros no somos los animales domésticos (mascotas) de Dios y el objetivo principal del hombre no es la felicidad en este mundo, sino el conocimiento de Dios, el cual al final trae una verdadera y duradera realización a los seres humanos. Muchos males suceden en la vida que no pudieran tener ningún propósito con respecto a la meta de producir la felicidad humana en este mundo, pero ellos no pudieran ser injustificados con respecto a producir el conocimiento de Dios. El sufrimiento de los seres humanos inocentes proporciona una ocasión para tener una dependencia y confianza más profunda en Dios, ya sea por aquel que está pasando por el sufrimiento o por aquellos que están a su alrededor. Obviamente, si el propósito de Dios se alcanza por medio de nuestro sufrimiento, dependerá de cómo respondemos. ¿Respondemos con enojo y amargura contra Dios o nos volvemos a Él con fe para encontrar fortaleza para poder soportar el sufrimiento?
b. La humanidad está en un estado de rebeldía contra Dios y Su propósito. En vez de someterse a Él y de adorarle, las personas se rebelan contra Dios y siguen sus propios caminos y por eso se encuentran separadas de Dios, culpables moralmente ante Él y tanteando en tinieblas espirituales, buscando falsos dioses hechos a su propia imagen. Los terribles males humanos que hay en el mundo son testimonios del estado de depravación del hombre en ese estado de separación espiritual de Dios. El cristiano no se sorprende de la maldad humana que hay en el mundo. Por lo contrario, él lo espera. La Biblia dice que Dios le ha entregado la humanidad al pecado que la humanidad ha escogido. Dios no interfiere para detenerlo, sino que deja que la depravación corra su curso. Eso sólo sirve para destacar la responsabilidad moral que tiene el ser humano ante Dios. También sirve para destacar nuestra debilidad y nuestra necesidad del perdón y de la limpieza moral.
c. El conocimiento de Dios se extiende hasta la vida eterna. En la visión cristiana, esta vida no es todo lo que hay. Jesús prometió vida eterna para todos los que ponen su confianza en Él como su Salvador y Señor. En la vida después de la muerte, Dios recompensará con una vida eterna de gozo indescriptible a aquellos que han soportado su sufrimiento con valentía y confianza. El apóstol Pablo, quien escribió una gran parte del Nuevo Testamento, vivió una vida de increíble sufrimiento. Aun así escribió, “Por tanto no desfallecemos. Pues esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación, al no poner nuestra vista en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2 Corintios 4:16-18). Pablo se imaginaba (como si así lo fuera) una balanza donde se colocan todos los sufrimientos de esta vida en un lado, mientras que en el otro lado se coloca la gloria que Dios va a otorgar a sus hijos en el cielo. Y el peso de la gloria es tan grande que literalmente está más allá de cualquier comparación con los sufrimientos. Además, mientras más tiempo pasamos en la eternidad, más menores se hacen los sufrimientos de esta vida cuando son comparados en relación a ese momento infinitesimal. Fue por eso que Pablo llamó los sufrimientos en esta vida una “aflicción leve y pasajera”: simplemente eran superados por el océano de la eternidad divina y del gozo que Dios da a aquellos que confían en Él.
d. El conocimiento de Dios es un bien inconmensurable. Conocer a Dios, la fuentede bondad y amor infinito, es un bien incomparable, la realización de la existencia humana. Los sufrimientos de esta vida no se pueden ni siquiera comparar con eso. Por lo tanto, la persona que conoce a Dios, sin importar lo que sufra, sin importar cuán terrible sea su dolor, todavía puede decir, “¡Dios es bueno conmigo!” simplemente en virtud del hecho de que él o ella conoce a Dios, un bien inconmensurable.
Esas cuatro doctrinas cristianas reducen, en gran parte, cualquier improbabilidad que el mal parecería lanzar contra la existencia de Dios.
3. Relativo al pleno alcance de las evidencias, la existencia de Dios es probable. Las probabilidades son relativas a la información de trasfondo que uno considere. Por ejemplo, supongamos que Joe es un estudiante en la Universidad de Colorado. Ahora supongamos que se nos ha informado que 95% de los estudiantes de la Universidad de Colorado esquían. Relativo a esa información, es altamente probable que Joe esquíe. Pero entonces supongamos que también sabemos que Joe tiene una pierna apuntada y que 95% de los amputados en la Universidad de Colorado no esquían.
De igual manera, si todo lo que consideramos para la información de trasfondo es el mal que hay en el mundo, entonces es poco sorprendente que la existencia de Dios parezca ser improbable relativa a eso. Sin embargo, esa no es la pregunta real. La pregunta real es de si la existencia de Dios es improbable relativo a todas las evidencias disponibles. Estoy convencido de que cuando uno considera la evidencia en su totalidad, entonces la existencia de Dios es muy probable.
Permítanme mencionar tres evidencias:
a. Dios proporciona la mejor explicación del porqué el universo existe en vez de nada. ¿Se han preguntado alguna vez por qué existe algo en vez de nada? ¿Cuál es el origen de todo? Por lo general, los ateos han dicho que el universo es eterno y que no fue causado. Pero los descubrimientos de la astronomía y de la astrofísica a lo largo de los últimos 80 años han demostrado que eso es improbable. Según el modelo del big bang del universo, toda la materia y la energía (de hecho, el espacio físico y el tiempo mismo) vinieron a existir en un punto alrededor de 13.5 billones de años atrás. Antes de ese punto, el universo simplemente no existía. Por lo tanto, el modelo del big bang requiere la creación del universo de la nada.
Ahora bien, eso tiende a ser muy vergonzoso para el ateo. El filósofo ateo Quentin Smith escribió,
La respuesta de los ateos y agnósticos a esa novedad ha sido comparativamente débil, de hecho ha sido casi invisible. Un silencio incomodo parece ser la regla cuando se plantea el problema entre los no creyentes […] No es difícil de encontrar la razón para la vergüenza de parte de los no teístas. Anthony Kenny la sugiere en su declaración: ‘Un proponente de la teoría del [Big Bang], por lo menos si él es ateo, debe creer que la materia del universo vino de nada y por nada’.
El cristiano teísta no confronta ninguna dificultad como esa, ya que la teoría del big bag solamente confirma lo que él siempre creyó: que en el principio Dios creó el universo. Ahora, yo les pregunto: ¿qué es más plausible: de que el cristiano teísta tenga razón o de que el universo saltó a existir sin ser causado, de la nada?
2. Dios proporciona la mejor explicación para el orden complejo que existe en el universo. Durante los últimos 40 años, los científicos han descubierto que la existencia de la vida inteligente depende del complejo y delicado equilibrio de las condiciones iniciales que se dan en el propio big bang. Sabemos ahora que universos que prohíban la vida son vastamente más probables que cualquier universo que permita la vida, como el nuestro. ¿Qué tanto más probable?
La respuesta es que las probabilidades de que el universo sea uno que permita la vida son tan infinitésimas hasta el punto de ser incomprensibles e incalculables. Por ejemplo, un cambio en la fuerza de gravedad o de la fuerza débil atómica por tan sólo una parte de 10100 hubiese impedido un universo que permita vida. La constante cosmológica llamada “lambda”, la cual conduce la inflación del universo y que es responsable por la aceleración que recientemente se descubrió de la expansión del universo, está inexplicablemente bien ajustada a más o menos una parte en 10120. El físico de la Universidad de Oxford, Roger Penrose, calcula que la probabilidad de la condición especial de baja entropía de nuestro universo, de la cual depende nuestra vida, habiendo surgido simplemente al azar es por lo menos tan pequeña como aproximadamente una parte de 1010 (123). Penrose comenta, “ni siquiera me puedo recordar haber visto otra cosa en la física cuya precisión se conozca acercarse, inclusive remotamente, a una figura como una parte en 1010(123)”. Hay constantes o cantidades múltiples que deben estar bien ajustadas en esta manera si el universo ha de ser uno que permita vida. Y no es sólo que cada cantidad debe estar exquisitamente bien ajustada, sus proporciones una a la otra también deben estar bien ajustadas. De modo que la improbabilidad es multiplicada por improbabilidad por improbabilidad hasta que nuestras mentes se enredan en números incomprensibles.
No existe ninguna razón física del porqué esas constantes y cantidades deban poseer los valores que poseen. El otrora físico agnóstico Paul Davies comenta, “Mediante mi trabajo científico he venido a creer con más y más fuerza que el universo está configurado con un ingenio tan asombroso que no puedo aceptarlo meramente como un hecho bruto”. De igual manera, Fred Hoyle observa, “Una interpretación de sentido común de los hechos sugiere que un súper intelecto ha jugueteado con la física”. Robert Jastrow, el exdirector del Instituto Goddard para los Estudios Espaciales de la NASA, le llamó a esta la evidencia más poderosa a favor de la existencia de Dios aun viniendo de la ciencia.
La visión que los teístas cristianos siempre han sostenido (de que hay un diseñador inteligente del universo) parece tener mucho más sentido que la visión atea de que el universo, cuando surgió a la existencia de la nada sin ser causado, simplemente está bien afinado al azar a una precisión incompresible para la existencia de la vida inteligente.
3. Los valores objetivos en el mundo. Si Dios no existe, los valores morales objetivos no existen. Hay muchos teístas y ateos, por igual, que están de acuerdo con ese punto. Por ejemplo, el filósofo de la ciencia Michael Ruse explica,
La moralidad no es una adaptación biológica menos que [lo son] las manos, los pies y los dientes. Considerada como un conjunto de afirmaciones racionalmente justificables acerca de una cosa objetiva, la ética es ilusoria. Aprecio que cuando alguien dice, ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo,’ esa persona cree que se está refiriendo, sobre todo, a él mismo. Sin embargo, esa referencia verdaderamente no tiene fundamento. La moralidad sólo es una ayuda para la supervivencia y la reproducción, […] y cualquier significado más profundo es ilusorio.
El gran ateo del siglo XIX, Friedrich Nietzche, quien proclamó la muerte de Dios, entendía que la muerte de Dios significaba la destrucción de todo significado y valor en la vida.
Creo que Friedrich Nietzsche tenía razón.
Pero aquí debemos tener mucho cuidado. La pregunta no es: “¿debemos creer en Dios para vivir una vida moral?” No estoy afirmando que debemos. Tampoco la pregunta es: “¿Podemos reconocer o admitir los valores morales objetivos sin creer en Dios?” Pienso que sí podemos.
Más bien, la pregunta es: “Si Dios no existe, ¿existen los valores morales objetivos?” Al igual que Ruse, no veo ninguna razón para pensar que a falta de Dios, la moralidad de manada evolucionada por los homo sapiens sea objetiva. Después de todo, si no hay Dios, ¿qué tienen de tan especial los seres humanos? Son simplemente subproductos accidentales de la naturaleza que han evolucionado relativamente hace poco tiempo en una infinitesimal mota de polvo, perdidos en algún lugar en un universo hostil y sin sentido, y que están condenados a perecer individual y colectivamente en un período de tiempo relativamente corto. En la visión atea, alguna acción (por ejemplo, la violación) no pudiera ser socialmente ventajosa y de esa manera en el transcurso del desarrollo humano se ha convertido en un tabú. Sin embargo, eso no hace absolutamente nada para probar que la violación sea algo realmente malo. En la visión atea, no hay nada realmente malo con que uno viole a alguien. Por lo tanto, sin Dios no hay un bien o mal absoluto que se imponga en nuestra conciencia.
Pero el problema es que los valores morales objetivos sí existen y en lo profundo todos lo sabemos. No hay más razón en negar la existencia objetiva de valores morales que en negar la realidad objetiva del mundo físico. Acciones como la violación, la tortura y el maltrato o abuso infantil no sólo son socialmente inaceptables—[sino que] son abominaciones morales. Algunas cosas son realmente malas.
Por lo tanto, de manera paradójica, el mal sirve para establecer la existencia de Dios. Pues, si los valores objetivos no pueden existir sin Dios (como es evidente por la realidad del mal), entonces inescapablemente se deduce que Dios existe. Por lo tanto, a pesar de que en un sentido el mal pone en telas de juicio la existencia de Dios, en otro sentido más fundamental el mal demuestra la existencia de Dios, ya que el mal no puede existir sin Dios.
Estos son sólo partes de la evidencia de que Dios existe. El prominente filósofo Alvin Plantinga expuso más o menos dos docenas de argumentos a favor de la existencia de Dios. La fuerza cumulativa de esos argumentos hace que sea probable la existencia de Dios.
En resumen, si mis tres tesis fuesen verdaderas, el mal no hace que la existencia del Dios cristiano sea improbable. Por el contrario, considerando el alcance pleno de las evidencias, la existencia de Dios es probable. Por lo tanto, el problema intelectual del mal no logra arruinar la existencia de Dios.
Pero eso nos lleva al problema emocional del mal. Pienso que la mayoría de las personas que rechazan a Dos por la existencia del mal en el mundo realmente no lo hacen por dificultades intelectuales, sino que lo hacen por problemas emocionales. A ellos simplemente no les gusta un Dios que permita que ellos u otros sufran y, por lo tanto, no quieren nada que ver con Él. El ateísmo de ellos simplemente es un ateísmo de rechazo. ¿Tiene la fe cristiana algo que decirles a esas personas?
¡Claro que sí! Pues el cristianismo nos dice que Dios no es un Creador distante ni un ser impersonal, sino que nos dice que Él es un Padre amoroso que participa en nuestros sufrimientos y dolores con nosotros. El profesor Plantinga escribió,
De la manera que el cristiano mira las cosas, Dios no se echa a un lado y no hace nada, observando fríamente el sufrimiento de Sus criaturas. Él participa y comparte en nuestro sufrimiento. Él soportó la angustia de ver su hijo, la segunda persona de la Trinidad, enviado a la muerte amargamente cruel y vergonzosa de la cruz. Cristo estaba preparado para soportar las agonías del infierno mismo […] para vencer el pecado, la muerte y los males que afligen nuestro mundo, y para otorgarnos una vida más gloriosa que podemos imaginar. Él estaba preparado para sufrir por nosotros, para aceptar el sufrimiento del cual no podemos formar ninguna concepción.
Pueden ver que Jesús soportó un sufrimiento que va más allá de toda compresión: Él llevó el castigo por los pecados del mundo entero. Ninguno de nosotros se puede imaginar ese sufrimiento. A pesar de que era inocente, Él tomó sobre sí de manera voluntaria el castigo que merecíamos. ¿y por qué? Porque Él nos ama. ¿Cómo podemos rechazar a Él, quien dejó todo por nosotros?
Cuando comprendemos Su sacrificio y Su amor por nosotros, eso pone el problema del mal en una perspectiva totalmente diferente. Pues ahora vemos con claridad que el verdadero problema del mal es el problema de nuestro mal. Llenos de pecados y culpables moralmente ante Dios, la pregunta que confrontamos no es de cómo Dios puede justificarse ante nosotros, sino de cómo podemos nosotros estar justificados ante Él.
De modo que, paradójicamente, a pesar de que el problema del mal es la mayor objeción para la existencia de Dios, al final del día Dios es la única solución para el problema del mal. Si Dios no existe, entonces estamos perdidos sin ninguna esperanza en una vida llena de sufrimiento gratuito y no redimido. Dios es la respuesta final para el problema del mal, ya que Él nos redime de la maldad y nos lleva al gozo eterno de un bien inconmensurable, a una comunión con Él.
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