miércoles, 14 de octubre de 2015

EL ESPÍRITU SANTO



EN EL LIBRO DE LOS HECHOS

APUNTES



"Una antigua leyenda de los indios americanos relata de uno de ellos que bajó de las montañas y vio el océano por primera vez en su vida. Pasmado ante la escena, pidió una jarra de un litro. Se metió en el agua y al llenar la jarra, le preguntaron para qué lo hacía. "Arriba en las montañas", contestó, "la gente de mi pueblo jamás ha visto el Gran Lago. Les llevaré esta jarra llena de agua para que lo vean cómo es". Antes de morir el papa Juan (Juan XXIII), le preguntaron cuál de las doctrinas de la iglesia merecía mayor énfasis en el día de hoy. Contestó: "la doctrina del Espíritu Santo". Algunos años atrás, mi esposa y yo tuvimos el privilegio de pasar unos días de vacaciones en Suiza como invitados del doctor Karl Barth, el afamado teólogo suizo. Durante el curso de nuestras conversaciones le pregunté cuál sería el próximo énfasis en materia de teología. Respondió sin vacilar: "El Espíritu Santo". Tratar de escribir un libro sobre un tema tan vasto como el Espíritu Santo, es como querer capturar el océano en una jarra de un litro. El tema es en extremo infinito, y nuestras mentes son extremadamente finitas". 
Billy Graham 




Por

Marc Pesaresi

"En alguna medida, he vacilado antes de escribir este libro. Pero el haberlo escrito me ha abierto a un nuevo panorama respecto al ministerio del Espíritu Santo; también me ha permitido entender ciertos actos del Espíritu Santo en el mundo de nuestros días. Mi esperaza y oración es que este libro logre ser informativo y esclarecedor para muchos creyentes. También ruego que el libro contribuya a la unidad. El Espíritu Santo no vino a dividir a los cristianos sino que vino, entre otras razones, a unirnos".

Comparto lo que escribe Graham en la página 8 de su libro "El Espíritu Santo"; el tema intimida pero a la vez nos desafía a entender a la Tercera Persona de la Trinidad cuyo ministerio en la Tierra lo involucra día tras día con los creyentes.


Millones de evangélicos SÍ creen en el bautismo del Espíritu Santo

Algunos autores pentecostales y carismáticos (1) lo han definido como “una puerta de entrada a una dimensión espiritual más profunda, que libera los dones espirituales en la vida del creyente (…); que revela y exalta la persona del Señor Jesucristo (…); que expone el poder del mal de Satanás (…); y que arroja nueva luz sobre la Palabra de Dios”.

Existe convencimiento en el ámbito pentecostal y carismático, que el bautismo es una experiencia necesaria para lograr una mejor comunión con Dios; un hecho divino que al ocurrir, provoca diversas reacciones emotivas en los creyentes sinceros. Sin embargo, no todos los protestantes evangélicos aceptan el bautismo del Espíritu Santo.


Millones de evangélicos NO creen en el bautismo del Espíritu Santo

En las iglesias protestantes históricas o de teología ortodoxa (en conformidad con los principios de creencias o prácticas tradicionales) rara vez se menciona el bautismo del Espíritu Santo. No se duda en estos ámbitos de la llegada del Espíritu a los nuevos conversos pero sí se descree que llegue acompañado de glosolalia, risas santas, desmayos, etc. Para estas comunidades cristianas, el Espíritu Santo no bautiza pero si entra en el creyente al momento de aceptar a Cristo como Señor y Salvador transformando al cuerpo del converso en un templo. En estas comunidades la mitad de los dones carismáticos o están muy disminuídos o bien, derogados.

En las iglesias pentecostales y carismáticas, por el contrario, la experiencia del bautismo del Espíritu Santo existe y algunos de ellos se atreven a sugerir, que esta oportunidad de gozar de un intenso bienestar espiritual esta vedado a los no pentecostales. McArthur Jr., cita al carismático Howard Edwin, quien escribió: “el esfuerzo por interpretar las manifestaciones carismáticas del Espíritu Santo sin una experiencia carismática es tan fatuo (falto de razón, entendimiento, discernimiento, etc.) como la aplicación de la ética cristiana separada de una dinámica regeneradora. (…) El Espíritu Santo no revela secretos espirituales a los no comprometidos”. (2)

El bautismo del Espíritu 

Indagando en la historia de la iglesia, se observa que siempre hubo grupos de cristianos con características que podemos catalogar como de “pentecostal carismático”, cuyas prédicas enfatizaban en la obra del Espíritu. Pero, con el fin de evitar extender demasiado el escrito, remitiremos a las evidencias en las Escrituras obviando lo histórico.

Hechos 2: 1-21 

Narra un solemne evento cristiano donde se oficializó la iglesia de Nuestro Señor Jesucristo conforme a su promesa registrada en Hechos 1:5. En este pasaje se nos informa que Jesús, luego de resucitar y de haber visitado durante cuarenta días a los fieles para animarlos y darles instrucciones, estando a punto de ascender al cielo dijo: “…recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra”.

Observe el lector que Jesús divide la predicación del evangelio en tres grandes regiones: Judea con Jerusalén como capital, Samaria y el resto del mundo. Esta labor solo podía ser iniciada “cuando haya venido (…) el Espíritu Santo”. 


¿Cuándo vino el Espíritu Santo?

Ciertamente, el Espíritu Santo como Dios siempre estuvo presente desde antes de los albores de la humanidad. Sin embargo, al momento de inaugurarse el Nuevo Pacto entre Dios y los hombres; una época llamada Dispensación de la Gracia o tiempos finales- el Espíritu Santo viene para morar en cada creyente de modo permanente. En el Antiguo Testamento, el Espíritu llegaba por momentos. (Ver Sansón por ejemplo). En este contexto, el Espíritu llega a los hombres con señales inequívocas de su presencia  y permanencia.


Este gran evento ocurrió en Pentecostés. Estando todos los conversos reunidos en una casa y según narra Hechos 2:1-13, el Espíritu llegó e ingresó en los fieles con grandes señales. Desde ese momento, el requisito para recibir al Espíritu fue conforme a lo que informa Hechos 2:38: “Pedro les dijo: arrepentíos, y bautícese casa uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”. ¿Y qué es el don del Espíritu Santo que promete Pedro? Don es regalo, dádiva; algo que Dios regala a alguien sin merecer tal cosa y tiene carácter de irrevocable. Por lo tanto, el don que hace referencia el apóstol es la llegada del Espíritu a morar en el creyente.

En Hechos 8: 4-25 se nos dice que Felipe comenzó su trabajo a favor de la causa de Cristo entre los Samaritanos realizando señales (exorcismos y sanidades). En el transcurso de su viaje tuvo que enfrentar a un mago poderoso llamado Simón, quién impresionaba a la población con el ejercicio de sus artes oscuras. Este mago, deseando ser como Felipe, se convirtió por conveniencia (3). Muchos samaritanos creyeron en Jesús gracias a la labor misionera de Felipe y se bautizaron en el nombre del Señor Jesucristo (versículo 12) pero ¡no recibieron al Espíritu Santo! 


¿Por qué?

Algunos interpretan que, siendo Pedro quien recibiera las llaves del Reino (Mateo 16:18,19; Marcos 8:27-30; Lucas 9:18-21) con “potestad de atar y desatar tanto en los cielos como en la Tierra, era quien debía –luego de Pentecostés- orar para que los nuevos conversos recibieran al Espíritu Santo como un tiempo atrás lo hicieran muchos en Jerusalén. 

Es por esta razón, infieren numerosos teólogos, al arribar Pedro junto a Juan a Samaria, impuso manos a los nuevos creyentes y estos por fin, recibieron al Espíritu. (Hechos 8:17). Hasta ese momento, dice la Escritura, solo habían sido “bautizados en el nombre de Jesús”. Sin embargo, un episodio en Cesárea difiere de lo que venía aconteciendo hasta ese momento.   



En casa de Cornelio   

Hechos 10 –todo el capítulo- nos habla del encuentro entre Pedro y Cornelio, un piadoso centurión que servía en una compañía llamada “la Italiana” con base en la ciudad portuaria de Cesárea. Cornelio  fue visitado por un ángel de Dios que le dio instrucciones para enviar a buscar a Pedro quien en esos momentos, posaba en la casa de un tal Simón curtidor en Jope a orillas del mar. Mientras el ángel visitaba al militar, el apóstol Pedro en Jope tuvo una extraña visión: observó un gran lienzo bajar del cielo en el cuál había una gran cantidad de animales impuros.

Según el relato, Pedro fue conminado por una voz desde el cielo a matar y comer la carne de aquellos animales a lo que desistió. Por tres veces recibió la orden de matar y comer y tres veces se negó. Finalmente, la voz le dijo “lo que Dios limpió, no lo llames tú común”. En eso que Pedro pensaba que significaba la visión, llegaron los hombres de Cornelio. Entonces el Espíritu Santo le ordenó que fuera con ellos. Al día siguiente partieron los enviados de Cornelio, Pedro y algunos hermanos, iniciaron viaje hacia Cesárea.

Ya en casa de Cornelio, Pedro comenzó a testificar y mientras lo hacía, según el versículo 44, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso. Y tal como sucedió con Jerusalén durante el Pentecostés, hablaron en lenguas y se mostraron gozosos. Tanta demostración del poder divino convenció a Pedro que los gentiles también habían sido llamados y ordenó bautizarlos en el nombre del Señor Jesucristo.Hasta aquí un interesante recuento de las actividades del Espíritu Santo en los comienzos de la iglesia cristiana en el siglo I d C.


El etiópe

En el libro de Hechos existe, no obstante, un episodio que muestra una conversión y bautismo sin ningún evento extraordinario. Cuando Felipe se encontró con el etiope, funcionario de la reina Candace (Hechos 8:26-40) y luego de predicarle, este dijera “creo que Jesucristo es el hijo de Dios” (v 37) fue bautizado en aguas,  no sucedió nada.  Por el contrario, lo maravilloso le ocurrió a Felipe quien, arrebatado por el Espíritu de repente se encontró en  Azoto. Este suceso fue repentino. La Escritura afirma que el etiope “no lo vio más” (4).

No existe similitud en las llegadas del Espíritu Santo en el desierto, Jerusalén y Cesárea. En algunos eventos hubo glosolalia y en otros no. Tal parece que el Espíritu obra según su parecer, de acuerdo a su voluntad.

Los discípulos de Asia Menor

Algunos comentaristas sugieren que, en el caso de los discípulos encontrados en Asia Menor, (Hechos 19) sí se requería una llegada espectacular de parte del Espíritu. Era una región dominada por las fuerzas de la oscuridad. El diablo había controlado el territorio por siglos y sus demonios estaban bien radicados en todas las áreas de la sociedad. Por lo tanto, se  necesitaba una potencia espiritual extra no solo para plantar las semillas del evangelio sino también para ayudar a los nuevos conversos. En este contexto proporcionado por una sociedad plagada de supersticiones y hechicerías, Pablo encontró  discípulos con bautismo de  Juan el Bautista.

Ahora, conviene preguntar: la ortodoxia protestante afirma que no existe el bautismo del Espíritu Santo sino en el Espíritu que es algo diferente. Si esto es así ¿qué de las manifestaciones extraordinarias del Espíritu? Pablo comprendió al verlos, que estaba frente a personas aptas para aceptar a Cristo como Señor y Salvador. El apóstol no demoró en testificar y como resultado, estos hombres aceptaron las buenas nuevas. Al recibir al Espíritu Santo inmediatamente después de convertirse, hablaron en lenguas y profetizaron. ¿Debe entenderse este evento como un pasaje que apoya el bautismo del Espíritu Santo según lo practican los hermanos pentecostales? Algunos creen que si y otro que no. 

Comentaristas no pentecostales interpretan que, el hablar en lenguas, debe entenderse en el caso de los discípulos de Asia Menor como señal no solo a los no creyentes sino también a las potencias diabólicas. La glosolalia fungía como edificación  personal y la profecía, como un modo de ayudar a los demás a interpretar la voluntad de Dios en tiempos donde la Biblia aún no tenía el Nuevo Testamento completo. En la actualidad, todo lo que quiere y pretende Dios de nosotros, está escrito en la segunda parte de la Biblia.

Objeción: Pedro ordenó bautizarse  pare recibir el don del Espíritu Santo (Hechos 2:38).

Respuesta: Según la ortodoxia protestante, este mandato no significa una orden a los cristianos de bautizarse por segunda vez. Pedro se los demandó a los no conversos, por lo tanto el don del Espíritu que refiere es la llegada del Espíritu luego de la conversión y este arribo puede ser sereno o no, con manifestaciones sobrenaturales o no.

En resumen

El Espíritu es prometido a todos los conversos (Hechos 2:38), a quienes lo pidan (Lucas 11:13) y a quienes obedezcan a Dios (Hechos 5:32). Es un don (regalo) que se recibe por fe (Juan 7:39; Efesios 1:13). Antes de Pentecostés, había que esperar el descenso del Espíritu (Hechos 1:4) pero ahora no es necesario (Hechos 2:17,18). Los samaritanos, afectados por prácticas paganas, tuvieron que esperar que Pedro y Juan los ayudaran a recibir el Espíritu (Hechos 8:12; 15-17).

En cambio Cornelio  y sus amigos, por la fe que los movilizaba, recibieron el Espíritu sin necesidad de imposición de manos y de un bautismo previo con agua. En cuanto a los discípulos en Asia Menor, eran discípulos de Juan el Bautista no de Jesús. Por tal razón, una vez que aceptaron al Señor Jesús, recibieron el Espíritu con grandes maravillas. En la actualidad se abusa de las manifestaciones del Espíritu llegando incluso de parte de inescrupulosos, a exasperar personas  para que parezcan estar “en el Espíritu”.

La ortodoxia protestante interpreta que todas las manifestaciones sobrenaturales que se narran en el libro de los Hechos obedecen a los actos inaugurales de las predicaciones apostólicas y de evangelistas a los hebreos, samaritanos  y gentiles y como señales para los no creyentes de la definitiva llegada del Reino de los Cielos. Por último, la frase de Hechos 1:5 de Jesús que dice: “Porque Juan ciertamente bautizó con agua, más vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días” se refiere a lo que acontecería a los discípulos y esto sucedió en Pentecostés. 

Para los pentecostales, ningún don ha sido disminuido tampoco abrogado puesto que irrevocables son los dones del Señor. Por lo tanto, el bautismo del Espíritu Santo es una necesidad para alcanzar una mejor comunión con el Señor.
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(1) Kinnaman; Gary D.: Y estas señales seguirán; Editorial Clie; Barcelona; España; 1991; Capítulo 3; p.p. 39,44.-

(2) McArthur Jr.; Jhon F.: Los carismáticos. Una perspectiva doctrinal; Editorial Bíblico Dominicana; Santo Domingo; República Dominicana; 1984; p.19.-

(3) Según Hechos 8:13-22 Simón se “convirtió” para obtener el poder del Espíritu Santo a cualquier precio. Incluso, según el versículo 18, ofreció dinero para obtenerlo y realizar él mismo milagros.

(4) La conversión del etíope ocurrió antes de los sucesos de Cesárea. ¿Por qué no se considera este acto de fe como la primera conversión de un gentil? Porque el africano, dicen algunos comentaristas, era un prosélito judío y no un pagano. Está muy claro que era alguien relacionado con el antiguo culto de los hebreos ya que Hechos 8: 27 nos informa que el funcionario regresaba del Templo adónde había viajado a adorar leyendo las Escrituras. Sin duda su amor por Dios estaba fuera de toda duda. Solo imaginar el largo y peligroso viaje que debió realizar desde Etiopía hasta Jerusalén, habla claramente de la fe de este hombre.

Por este amor, Dios lo recompensó con vida eterna. Ahora bien, para que un pagano pudiera ingresar a la fe de los hebreos tenía que seguir una serie de requisitos entre ellos, ser circuncidado. (Éxodo 12:48,49; Levítico 24:22). Ahora bien: ¿cómo es que siendo eunuco fue aceptado como prosélito y se le permitió el acceso al Templo? La palabra eunuco quiere decir “castrado” y viene del hebreo “saris” que tiene un significado amplio. Por ejemplo, puede significar una persona con autoridad, un oficial de absoluta confianza de algún monarca, y esto se observa en Génesis 39:1 donde a Potifar, que no era un eunuco, se lo identifica como funcionario del faraón.

El etiope pudo ser un funcionario no castrado. Esta interpretación explica porque se le permitió el acceso al Templo. La Biblia dice que ningún hombre podría ser prosélito sin gozar de plena capacidad reproductiva. “No entrará a la congregación de Jehová el que tenga magullados los testículos, o amputado su miembro viril” (Deuteronomio 23:1).

(5) Éfeso era una ciudad ubicada en Lidia, en la costa occidental de Asia Menor-actual Turquía-, cerca de la desembocadura del río Caistro. Por estar en una encrucijada de caminos su mayor atracción era el famoso Templo de la diosa Artemisa (Diana para los romanos), una deidad virgen asociada a la Luna y a la influencia que el satélite de la Tierra ejerce en los sentidos y emociones humanos. El templo, muy importante en la época, estaba construido sobre una plataforma de unos 73 metros de largo midiendo la estructura del tempo en sí, unos 50 metros de ancho por 105 de largo. Poseía una terraza de mármol de primera calidad y unas 100 columnas de 17 metros de alto. La obra había demandado mucho oro y madera de cedro y ciprés. A la diosa en Éfeso se la representaba con piernas parecidas a las bases de los sarcófagos egipcios y poseía muchos pechos símbolos de fertilidad.  Alrededor del santuario sobreabundaba el comercio religioso como la venta de orfebrería devocional, los servicios de hechiceros, astrólogos y cultos orgiásticos. Parece que el demonismo estaba muy extendido si tenemos en cuenta el episodio de los hijos de Esceva narrado en Hechos 19:13-17).

domingo, 30 de agosto de 2015

WILLIAM CRAIG - EL SUFRIMIENTO DEL SER HUMANO


EL PROBLEMA DEL MAL 
en
LA FILOSOFÍA CRISTIANA


¿Cúantas veces nos hemos quejado con amargura cuando se nos viene encima la maldad? ¿Has experimentado la sensación que, cuanto más te esfuerzas en ser mejor persona, arrecian las críticas contra tu comportamiento? O... ¿sientes que solo tú estás esforzándote en cambiar y ser mejor cristiano mientras que otros a tu alrededor, tal esfuerzo los tiene sin cuidado? ¿Percibes que todo lo que haces para bien, irremediablemente deriva hacia lo malo? A veces tratamos de hacer cosas buenas y nos sale literalmente "el tiro por la culata".

¿Adónde esta Dios que no nos bendice? ¿Por qué, en algunas situaciones, por más que nos esforcemos en hacer lo correcto,  al rato nos damos cuenta que todo a sido en vano? Alguien me dijo: -Tu naturaleza caída te induce al pecado, Marc. Y si pecas, nada te salva de las consecuencias. El pecado, amigo, es lo que te hace sentir que estas en la vida cristiana sin progreso. Por eso, jamás abandone la confesión en Cristo rogando por el perdón de tus pecado día a día.

En lo personal, a veces el dolor que provoca el mal me ubica en un contexto de fuerte melancolía. Sufro por lo que me pasa y también cuando veo el sufrimiento de otros. El mal me provoca tristeza. Y conste que asisto a la iglesia, leo las Escrituras, oro varias veces al día, trato de ser un cristiano cabal, actividades que me dan protección contra las influencias de la malignidad. Aún así, lo malo pega y duro en mi mente y corazón.

Y es que, adonde vamos, la maldad esta siempre presente. No hay descanso y su persecución no tiene agotamiento. Siempre activa y es longeva, la maldad es como un ácido corrosivo para nuestra fe. Jesús dijo durante su ministerio, que el aumento de la maldad, sería una de las señales del fin de los tiempos. Lamentablemente también Cristo nos advirtió que por culpa de lo malo, miles de hermanos verían menguada su fe o directamente, sucumbirían bajo tanta presión del maligno. Jesús dijo en Mateo 24:3-12:
"3 Y estando él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?
4 Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe.
5 Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán.
6 Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin.
7 Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares.
8 Y todo esto será principio de dolores.
9 Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre.
10 Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán.
11 Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos;
12 y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará.. (RV 1960).
¿Hasta cuándo querrá Dios permitir que lo malo nos lastime sin defendernos? ¿Acaso luego de convertirnos al aceptar a Cristo como Señor y Salvador nos abandona a nuestra suerte? Bien, sabemos que esto último no puede ser posible. El Espíritu Santo mora en nosotros y el Espíritu es Dios. Por lo tanto, Dios esta no solo afuera sino adentro de nosotros. Dios no nos abandona pero la fe si. No todos los cristianos pueden resistir el mal con la fe intacta. Muchos se apartan entristecidos y otros se marchan con rabia hacia el ateísmo. ¿Acaso a Dios le gusta ver como sufrimos? Rebuscando respuestas para contestar estas punzantes preguntas, encontre este artículo que trata el problema del mal. 

El filósofo cristiano William Lane Craig dice: 
"El propósito principal de la vida no es la felicidad, sino el conocimiento de Dios. Una de las razones por las cuales el problema del mal parece ser tan desconcertante es que tenemos la tendencia a pensar que si Dios existe, entonces Su objetivo para la vida de los seres humanos es de otorgarles felicidad en este mundo. Tenemos la tendencia a pensar que el papel de Dios es de proporcionar un ambiente cómodo para Sus mascotas que son los seres humanos. Pero en la visión cristiana eso es falso. Nosotros no somos los animales domésticos (mascotas) de Dios y el objetivo principal del hombre no es la felicidad en este mundo, sino el conocimiento de Dios, el cual al final trae una verdadera y duradera realización a los seres humanos. Muchos males suceden en la vida que no pudieran tener ningún propósito con respecto a la meta de producir la felicidad humana en este mundo, pero ellos no pudieran ser injustificados con respecto a producir el conocimiento de Dios. El sufrimiento de los seres humanos inocentes proporciona una ocasión para tener una dependencia y confianza más profunda en Dios, ya sea por aquel que está pasando por el sufrimiento o por aquellos que están a su alrededor. Obviamente, si el propósito de Dios se alcanza por medio de nuestro sufrimiento, dependerá de cómo respondemos. ¿Respondemos con enojo y amargura contra Dios o nos volvemos a Él con fe para encontrar fortaleza para poder soportar el sufrimiento?"
Fuertes palabras ¿verdad? Luego de leer uno se queda pensando ¿qué de las prédicas de los pastores y pastoras de la Teología de la Prosperidad que noche y día aturden en los medios gritando que Dios no quiere sufrimientos en sus hijos? Evidentemente, sufrimiento tendremos en abundancia y nadie lo podrá evitar, no mientras vivamos en esta dispensación. A continuación el artículo completo de Craig, probablemente el filósofo cristiano más importante que Dios a levantado en los últimos tiempos. Sin duda que Dios hace mucho para aliviarnos la existencia. Aún así, el mal cansa y muchos se enfrían en el amor al Señor.

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El Problema del Mal

William L. Craig

 (Para acceder al artículo original en castellano, click AQUÍ)


Ciertamente, el problema del mal es el mayor obstáculo para creer en la existencia de Dios. Cuando reflexiono tanto sobre la dimensión como la profundidad de los sufrimientos que hay en el mundo, se deban estos al comportamiento inhumano de hombre contra hombre o a los desastres naturales, entonces debo confesar que se me hace difícil creer que Dios exista. Sin lugar a dudas, muchos de ustedes han sentido lo mismo. Tal vez todos deberíamos convertirnos en ateos.

Pero ese es un gran paso a tomar. ¿Cómo podemos estar seguros de que Dios no existe? Tal vez haya alguna razón por la que Dios permite todo el mal que hay en el mundo. Tal vez de alguna manera todo encaje en el grandioso esquema de las cosas, el cual podemos discernir sólo vagamente, si es que podemos. ¿Cómo podemos saber?
Como teísta cristiano, tengo la convicción de que el problema del mal, por terrible que sea, al final no constituye una prueba contraria o contradictoria a la existencia de Dios. Al contrario, en efecto creo que el teísmo cristiano es la última y la mejor esperanza del hombre para resolver el problema del mal.
Para poder explicar el por qué pienso de esa manera, será útil establecer algunas distinciones para mantener nuestro pensamiento claro. En primer lugar, debemos distinguir entre el problema intelectual del mal y el problema emocional del mal. El problema intelectual del mal se refiere a cómo dar una explicación racional de la manera que Dios y el mal pueden coexistir. El problema emocional del mal tiene que ver con la manera de deshacer la aversión emocional de las personas hacia un Dios que permita el sufrimiento.
Ahora, vamos primero a examinar el problema intelectual del mal. Hay dos versiones de este problema: primero, el problema lógico del mal; segundo, el problema probabilístico del mal. De acuerdo con el problema lógico del mal, es lógicamente imposible que Dios y el mal coexistan. Si Dios existe, no puede existir el mal. Si el mal existe, Dios no puede existir. Dado que el mal existe, se deduce que Dios no existe.
Pero el problema con ese argumento es que no hay razón para pensar que Dios y el mal sean lógicamente incompartibles. No hay contradicción explícita entre ellos. Pero si el ateo quiere decir que hay alguna contradicción implícita entre Dios y el mal, entonces él debe estar suponiendo algunas premisas ocultas que presenten esa contradicción implícita. Pero el problema es que ningún filósofo ha podido, alguna vez, identificar dichas premisas. Por lo tanto, el problema lógico del mal no prueba que haya alguna inconsistencia entre Dios y el mal.
Pero más que eso: realmente podemos comprobar que Dios y el mal son lógicamente consistentes. Observen que el ateo presupone que Dios no puede tener razones moralmente suficientes para permitir el mal en el mundo. Pero esa suposición no es necesariamente verdadera. Siempre y cuando sea tan siquiera posible de que Dios tenga razones moralmente suficientes para permitir el mal, se deduce que Dios y el mal son lógicamente consistentes. Y, ciertamente, sí parece que eso, por lo menos, es lógicamente posible. Por lo tanto, estoy muy contento de poder reportar que hay un acuerdo en general entre los filósofos contemporáneos de que el problema lógico de mal ya ha sido resuelto; que la coexistencia de Dios y el mal es lógicamente posible.
Pero todavía no estamos fuera del problema. Pues ahora confrontamos el problema probabilístico del mal. Según esta versión del problema, la coexistencia de Dios y el mal es lógicamente posible, pero no obstante es altamente improbable. La dimensión y profundidad del mal en el mundo es tan grande que es improbable que Dios pudiera tener razones moralmente suficientes para permitirlo. Por lo tanto, dado el mal que hay en el mundo, es improbable que Dios exista.
Ahora bien, ese es un argumento mucho más poderoso y, por lo tanto, quiero enfocar nuestra atención en él. En respuesta a esa versión del problema del mal, quisiera hacer tres puntos principales:
1. No estamos en una buena posición para evaluar la probabilidad de si o no Dios tiene razones moralmente suficientes para los males que ocurren. Como personas finitas, estamos limitados por el tiempo, el espacio, la inteligencia y el conocimiento. Pero el Dios trascendente y soberano ve el final desde el principio y ordena la historia de manera providencial para que Sus propósitos al final se cumplan por medio de las decisiones libres de los seres humanos. Para lograr Sus objetivos, Dios pudiera tolerar ciertos males en el transcurso. Los males que aparentan no tener sentido para nosotros dentro de nuestro marco limitado pudieran ser considerados como que fueron justamente permitidos dentro del cuadro más amplio de Dios. Tomando prestada una ilustración de un campo científico en desarrollo, la teoría del caos, los científicos han descubierto que ciertos sistemas macroscópicos (por ejemplo, los sistemas meteorológicos o las poblaciones de insectos) son extraordinariamente sensibles a las más mínimas perturbaciones.
Una mariposa aleteando sus alas en una rama en África Occidental pudiera desencadenar fuerzas de movimiento que con el tiempo pudieran producir un huracán sobre el Océano Atlántico. A pesar de que, en principio, es imposible para alguien quien haya observado las mariposas batiendo sus alas en una rama predecir ese resultado. El brutal asesinato de un hombre inocente o la muerte de un niño de leucemia pudiera producir una especie de efecto dominó en toda la historia de una manera que la razón moralmente suficiente para que Dios lo permitiera no pudiera llegar hasta siglos más tarde y tal vez en otros lugares. Cuando ustedes piensan de la providencia de Dios sobre toda la historia, pienso que pueden ver lo inútil que es para los observadores limitados de especular sobre la probabilidad de que Dios pudiera tener una razón moralmente suficiente para permitir cierto mal. No estamos en una buena posición para evaluar esas posibilidades.
2. La fe cristiana requiere de doctrinas que aumenten la probabilidad de la coexistencia de Dios y el mal. Al hacer eso, esas doctrinas disminuyen cualquier improbabilidad de la existencia de Dios que se deba a la existencia del mal. ¿Cuáles son algunas de esas doctrinas? Permítanme mencionar cuatro:
a. El propósito principal de la vida no es la felicidad, sino el conocimiento de Dios. Una de las razones por las cuales el problema del mal parece ser tan desconcertante es que tenemos la tendencia a pensar que si Dios existe, entonces Su objetivo para la vida de los seres humanos es de otorgarles felicidad en este mundo. Tenemos la tendencia a pensar que el papel de Dios es de proporcionar un ambiente cómodo para Sus mascotas que son los seres humanos. Pero en la visión cristiana eso es falso. Nosotros no somos los animales domésticos (mascotas) de Dios y el objetivo principal del hombre no es la felicidad en este mundo, sino el conocimiento de Dios, el cual al final trae una verdadera y duradera realización a los seres humanos. Muchos males suceden en la vida que no pudieran tener ningún propósito con respecto a la meta de producir la felicidad humana en este mundo, pero ellos no pudieran ser injustificados con respecto a producir el conocimiento de Dios. El sufrimiento de los seres humanos inocentes proporciona una ocasión para tener una dependencia y confianza más profunda en Dios, ya sea por aquel que está pasando por el sufrimiento o por aquellos que están a su alrededor. Obviamente, si el propósito de Dios se alcanza por medio de nuestro sufrimiento, dependerá de cómo respondemos. ¿Respondemos con enojo y amargura contra Dios o nos volvemos a Él con fe para encontrar fortaleza para poder soportar el sufrimiento?
b. La humanidad está en un estado de rebeldía contra Dios y Su propósito. En vez de someterse a Él y de adorarle, las personas se rebelan contra Dios y siguen sus propios caminos y por eso se encuentran separadas de Dios, culpables moralmente ante Él y tanteando en tinieblas espirituales, buscando falsos dioses hechos a su propia imagen. Los terribles males humanos que hay en el mundo son testimonios del estado de depravación del hombre en ese estado de separación espiritual de Dios. El cristiano no se sorprende de la maldad humana que hay en el mundo. Por lo contrario, él lo espera. La Biblia dice que Dios le ha entregado la humanidad al pecado que la humanidad ha escogido. Dios no interfiere para detenerlo, sino que deja que la depravación corra su curso. Eso sólo sirve para destacar la responsabilidad moral que tiene el ser humano ante Dios. También sirve para destacar nuestra debilidad y nuestra necesidad del perdón y de la limpieza moral.
c. El conocimiento de Dios se extiende hasta la vida eterna. En la visión cristiana, esta vida no es todo lo que hay. Jesús prometió vida eterna para todos los que ponen su confianza en Él como su Salvador y Señor. En la vida después de la muerte, Dios recompensará con una vida eterna de gozo indescriptible a aquellos que han soportado su sufrimiento con valentía y confianza. El apóstol Pablo, quien escribió una gran parte del Nuevo Testamento, vivió una vida de increíble sufrimiento. Aun así escribió, “Por tanto no desfallecemos. Pues esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación, al no poner nuestra vista en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2 Corintios 4:16-18). Pablo se imaginaba (como si así lo fuera) una balanza donde se colocan todos los sufrimientos de esta vida en un lado, mientras que en el otro lado se coloca la gloria que Dios va a otorgar a sus hijos en el cielo. Y el peso de la gloria es tan grande que literalmente está más allá de cualquier comparación con los sufrimientos. Además, mientras más tiempo pasamos en la eternidad, más menores se hacen los sufrimientos de esta vida cuando son comparados en relación a ese momento infinitesimal. Fue por eso que Pablo llamó los sufrimientos en esta vida una “aflicción leve y pasajera”: simplemente eran superados por el océano de la eternidad divina y del gozo que Dios da a aquellos que confían en Él.
d. El conocimiento de Dios es un bien inconmensurable. Conocer a Dios, la fuentede bondad y amor infinito, es un bien incomparable, la realización de la existencia humana. Los sufrimientos de esta vida no se pueden ni siquiera comparar con eso. Por lo tanto, la persona que conoce a Dios, sin importar lo que sufra, sin importar cuán terrible sea su dolor, todavía puede decir, “¡Dios es bueno conmigo!” simplemente en virtud del hecho de que él o ella conoce a Dios, un bien inconmensurable.
Esas cuatro doctrinas cristianas reducen, en gran parte, cualquier improbabilidad que el mal parecería lanzar contra la existencia de Dios.
3. Relativo al pleno alcance de las evidencias, la existencia de Dios es probable. Las probabilidades son relativas a la información de trasfondo que uno considere. Por ejemplo, supongamos que Joe es un estudiante en la Universidad de Colorado. Ahora supongamos que se nos ha informado que 95% de los estudiantes de la Universidad de Colorado esquían. Relativo a esa información, es altamente probable que Joe esquíe. Pero entonces supongamos que también sabemos que Joe tiene una pierna apuntada y que 95% de los amputados en la Universidad de Colorado no esquían.
De igual manera, si todo lo que consideramos para la información de trasfondo es el mal que hay en el mundo, entonces es poco sorprendente que la existencia de Dios parezca ser improbable relativa a eso. Sin embargo, esa no es la pregunta real. La pregunta real es de si la existencia de Dios es improbable relativo a todas las evidencias disponibles. Estoy convencido de que cuando uno considera la evidencia en su totalidad, entonces la existencia de Dios es muy probable.
Permítanme mencionar tres evidencias:
a. Dios proporciona la mejor explicación del porqué el universo existe en vez de nada. ¿Se han preguntado alguna vez por qué existe algo en vez de nada? ¿Cuál es el origen de todo? Por lo general, los ateos han dicho que el universo es eterno y que no fue causado. Pero los descubrimientos de la astronomía y de la astrofísica a lo largo de los últimos 80 años han demostrado que eso es improbable. Según el modelo del big bang del universo, toda la materia y la energía (de hecho, el espacio físico y el tiempo mismo) vinieron a existir en un punto alrededor de 13.5 billones de años atrás. Antes de ese punto, el universo simplemente no existía. Por lo tanto, el modelo del big bang requiere la creación del universo de la nada.
Ahora bien, eso tiende a ser muy vergonzoso para el ateo. El filósofo ateo Quentin Smith escribió,
La respuesta de los ateos y agnósticos a esa novedad ha sido comparativamente débil, de hecho ha sido casi invisible. Un silencio incomodo parece ser la regla cuando se plantea el problema entre los no creyentes […] No es difícil de encontrar la razón para la vergüenza de parte de los no teístas. Anthony Kenny la sugiere en su declaración: ‘Un proponente de la teoría del [Big Bang], por lo menos si él es ateo, debe creer que la materia del universo vino de nada y por nada’.
El cristiano teísta no confronta ninguna dificultad como esa, ya que la teoría del big bag solamente confirma lo que él siempre creyó: que en el principio Dios creó el universo. Ahora, yo les pregunto: ¿qué es más plausible: de que el cristiano teísta tenga razón o de que el universo saltó a existir sin ser causado, de la nada?
2. Dios proporciona la mejor explicación para el orden complejo que existe en el universo. Durante los últimos 40 años, los científicos han descubierto que la existencia de la vida inteligente depende del complejo y delicado equilibrio de las condiciones iniciales que se dan en el propio big bang. Sabemos ahora que universos que prohíban la vida son vastamente más probables que cualquier universo que permita la vida, como el nuestro. ¿Qué tanto más probable?
La respuesta es que las probabilidades de que el universo sea uno que permita la vida son tan infinitésimas hasta el punto de ser incomprensibles e incalculables. Por ejemplo, un cambio en la fuerza de gravedad o de la fuerza débil atómica por tan sólo una parte de 10100 hubiese impedido un universo que permita vida. La constante cosmológica llamada “lambda”, la cual conduce la inflación del universo y que es responsable por la aceleración que recientemente se descubrió de la expansión del universo, está inexplicablemente bien ajustada a más o menos una parte en 10120. El físico de la Universidad de Oxford, Roger Penrose, calcula que la probabilidad de la condición especial de baja entropía de nuestro universo, de la cual depende nuestra vida, habiendo surgido simplemente al azar es por lo menos tan pequeña como aproximadamente una parte de 1010 (123). Penrose comenta, “ni siquiera me puedo recordar haber visto otra cosa en la física cuya precisión se conozca acercarse, inclusive remotamente, a una figura como una parte en 1010(123)”. Hay constantes o cantidades múltiples que deben estar bien ajustadas en esta manera si el universo ha de ser uno que permita vida. Y no es sólo que cada cantidad debe estar exquisitamente bien ajustada, sus proporciones una a la otra también deben estar bien ajustadas. De modo que la improbabilidad es multiplicada por improbabilidad por improbabilidad hasta que nuestras mentes se enredan en números incomprensibles.
No existe ninguna razón física del porqué esas constantes y cantidades deban poseer los valores que poseen. El otrora físico agnóstico Paul Davies comenta, “Mediante mi trabajo científico he venido a creer con más y más fuerza que el universo está configurado con un ingenio tan asombroso que no puedo aceptarlo meramente como un hecho bruto”. De igual manera, Fred Hoyle observa, “Una interpretación de sentido común de los hechos sugiere que un súper intelecto ha jugueteado con la física”. Robert Jastrow, el exdirector del Instituto Goddard para los Estudios Espaciales de la NASA, le llamó a esta la evidencia más poderosa a favor de la existencia de Dios aun viniendo de la ciencia.
La visión que los teístas cristianos siempre han sostenido (de que hay un diseñador inteligente del universo) parece tener mucho más sentido que la visión atea de que el universo, cuando surgió a la existencia de la nada sin ser causado, simplemente está bien afinado al azar a una precisión incompresible para la existencia de la vida inteligente.
3. Los valores objetivos en el mundo. Si Dios no existe, los valores morales objetivos no existen. Hay muchos teístas y ateos, por igual, que están de acuerdo con ese punto. Por ejemplo, el filósofo de la ciencia Michael Ruse explica,
La moralidad no es una adaptación biológica menos que [lo son] las manos, los pies y los dientes. Considerada como un conjunto de afirmaciones racionalmente justificables acerca de una cosa objetiva, la ética es ilusoria. Aprecio que cuando alguien dice, ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo,’ esa persona cree que se está refiriendo, sobre todo, a él mismo. Sin embargo, esa referencia verdaderamente no tiene fundamento. La moralidad sólo es una ayuda para la supervivencia y la reproducción, […] y cualquier significado más profundo es ilusorio.
El gran ateo del siglo XIX, Friedrich Nietzche, quien proclamó la muerte de Dios, entendía que la muerte de Dios significaba la destrucción de todo significado y valor en la vida.
Creo que Friedrich Nietzsche tenía razón.
Pero aquí debemos tener mucho cuidado. La pregunta no es: “¿debemos creer en Dios para vivir una vida moral?” No estoy afirmando que debemos. Tampoco la pregunta es: “¿Podemos reconocer o admitir los valores morales objetivos sin creer en Dios?” Pienso que sí podemos.
Más bien, la pregunta es: “Si Dios no existe, ¿existen los valores morales objetivos?” Al igual que Ruse, no veo ninguna razón para pensar que a falta de Dios, la moralidad de manada evolucionada por los homo sapiens sea objetiva. Después de todo, si no hay Dios, ¿qué tienen de tan especial los seres humanos? Son simplemente subproductos accidentales de la naturaleza que han evolucionado relativamente hace poco tiempo en una infinitesimal mota de polvo, perdidos en algún lugar en un universo hostil y sin sentido, y que están condenados a perecer individual y colectivamente en un período de tiempo relativamente corto. En la visión atea, alguna acción (por ejemplo, la violación) no pudiera ser socialmente ventajosa y de esa manera en el transcurso del desarrollo humano se ha convertido en un tabú. Sin embargo, eso no hace absolutamente nada para probar que la violación sea algo realmente malo. En la visión atea, no hay nada realmente malo con que uno viole a alguien. Por lo tanto, sin Dios no hay un bien o mal absoluto que se imponga en nuestra conciencia.
Pero el problema es que los valores morales objetivos  existen y en lo profundo todos lo sabemos. No hay más razón en negar la existencia objetiva de valores morales que en negar la realidad objetiva del mundo físico. Acciones como la violación, la tortura y el maltrato o abuso infantil no sólo son socialmente inaceptables—[sino que] son abominaciones morales. Algunas cosas son realmente malas.
Por lo tanto, de manera paradójica, el mal sirve para establecer la existencia de Dios. Pues, si los valores objetivos no pueden existir sin Dios (como es evidente por la realidad del mal), entonces inescapablemente se deduce que Dios existe. Por lo tanto, a pesar de que en un sentido el mal pone en telas de juicio la existencia de Dios, en otro sentido más fundamental el mal demuestra la existencia de Dios, ya que el mal no puede existir sin Dios.
Estos son sólo partes de la evidencia de que Dios existe. El prominente filósofo Alvin Plantinga expuso más o menos dos docenas de argumentos a favor de la existencia de Dios. La fuerza cumulativa de esos argumentos hace que sea probable la existencia de Dios.
En resumen, si mis tres tesis fuesen verdaderas, el mal no hace que la existencia del Dios cristiano sea improbable. Por el contrario, considerando el alcance pleno de las evidencias, la existencia de Dios es probable. Por lo tanto, el problema intelectual del mal no logra arruinar la existencia de Dios.
Pero eso nos lleva al problema emocional del mal. Pienso que la mayoría de las personas que rechazan a Dos por la existencia del mal en el mundo realmente no lo hacen por dificultades intelectuales, sino que lo hacen por problemas emocionales. A ellos simplemente no les gusta un Dios que permita que ellos u otros sufran y, por lo tanto, no quieren nada que ver con Él. El ateísmo de ellos simplemente es un ateísmo de rechazo. ¿Tiene la fe cristiana algo que decirles a esas personas?
¡Claro que sí! Pues el cristianismo nos dice que Dios no es un Creador distante ni un ser impersonal, sino que nos dice que Él es un Padre amoroso que participa en nuestros sufrimientos y dolores con nosotros. El profesor Plantinga escribió,
De la manera que el cristiano mira las cosas, Dios no se echa a un lado y no hace nada, observando fríamente el sufrimiento de Sus criaturas. Él participa y comparte en nuestro sufrimiento. Él soportó la angustia de ver su hijo, la segunda persona de la Trinidad, enviado a la muerte amargamente cruel y vergonzosa de la cruz. Cristo estaba preparado para soportar las agonías del infierno mismo […] para vencer el pecado, la muerte y los males que afligen nuestro mundo, y para otorgarnos una vida más gloriosa que podemos imaginar. Él estaba preparado para sufrir por nosotros, para aceptar el sufrimiento del cual no podemos formar ninguna concepción.
Pueden ver que Jesús soportó un sufrimiento que va más allá de toda compresión: Él llevó el castigo por los pecados del mundo entero. Ninguno de nosotros se puede imaginar ese sufrimiento. A pesar de que era inocente, Él tomó sobre sí de manera voluntaria el castigo que merecíamos. ¿y por qué? Porque Él nos ama. ¿Cómo podemos rechazar a Él, quien dejó todo por nosotros?
Cuando comprendemos Su sacrificio y Su amor por nosotros, eso pone el problema del mal en una perspectiva totalmente diferente. Pues ahora vemos con claridad que el verdadero problema del mal es el problema de nuestro mal. Llenos de pecados y culpables moralmente ante Dios, la pregunta que confrontamos no es de cómo Dios puede justificarse ante nosotros, sino de cómo podemos nosotros estar justificados ante Él.
De modo que, paradójicamente, a pesar de que el problema del mal es la mayor objeción para la existencia de Dios, al final del día Dios es la única solución para el problema del mal. Si Dios no existe, entonces estamos perdidos sin ninguna esperanza en una vida llena de sufrimiento gratuito y no redimido. Dios es la respuesta final para el problema del mal, ya que Él nos redime de la maldad y nos lleva al gozo eterno de un bien inconmensurable, a una comunión con Él.


Read more: http://www.reasonablefaith.org/spanish/El-Problema-del-Mal#ixzz3gm7ldxdG




domingo, 23 de agosto de 2015

GOD ANSWERS HOPELESS PRAYERS




SOMETIMES, 

THE CRY THAT BORNS FROM THE DARK WELL DUE THE HOPELESS, 

IT GIVES AS

RESULT A FAST ANSWER FROM GOD




By 

Carolina Alfaro

Fotografías

Carlos Zelaya















martes, 18 de agosto de 2015

ALIMENTAR AL CUERPO DE CRISTO, SU IGLESIA






El domingo 16 de agosto asistí por la noche, al servicio en nuestro Templo Cristiano (de la denominación Unión Evangélica Argentina) en San Antonio Oeste, provincia de Río Negro. El Pastor, Héctor Daniel Huenchul, estuvo a cargo de la predicación y en verdad, para quienes lo conocimos cuando este hombre comenzó su largo camino junto al Señor, damos testimonio que Dios lo ha capacitado no solo en cuanto a conocimientos sino en oratoria y mansedumbre. Daniel es un hombre literalmente nuevo y útil al Señor. Su prédica fue titulada El Drama del Hambre y, en base a lo por el predicado, nace este artículo con una pregunta a los lectores: ¿Puede el Cuerpo de Cristo tener hambre? ¿Qué podemos ofrecer nosotros para mitigar esa necesidad?

¿Qué es el Cuerpo de Cristo?

Para quienes comienzan los rudimentos de nuestra fe, quiero explicar que el Cuerpo de Cristo es la iglesia cristiana entendiéndose el término “iglesia” como una gran congregación de personas las cuales aportan o deberían aportar, sus dones y talentos para la gran comisión: ir por todo el mundo y predicar el evangelio.

Matt Slick, de Miapic, lo explica de este modo:

La Iglesia Cristiana puede verse de dos formas: la visible y la invisible. La iglesia visible está compuesta por todos aquellos que afirman ser cristianos y que se reúnen para adorar y participan de los sacramentos: la Cena del Señor y el Bautismo.
Entre los miembros de la iglesia visible se excluyen tanto las sectas como los cultos no Cristianos como los mormones, los Testigos de Jehová, etc. La iglesia visible contiene tanto creyentes como no creyentes; esto es, hay personas en la Iglesia visible que no son verdaderamente salvos. Los miembros de la Iglesia invisible son el actual cuerpo de creyentes. Ellos son los que verdaderamente son regenerados y han creído sólo por fe en el único y verdadero Señor y Salvador Cristo Jesús. El Señor Jesús mora en el verdadero Cristiano (Jn 14:23) a través del Espíritu Santo. Por lo tanto, la Iglesia Cristiana es por decirlo figurativamente, el cuerpo de Cristo.
Romanos 12:5: “así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros.”
Efesios 4:12: “a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo.”
La palabra “iglesia” viene del Griego “ekklesia”, vocablo compuesto de “ek” que significa “fuera” y “klesia” que viene de “klesis”, y que significa “llamamiento”. Literalmente podría decirse que iglesia significa “los llamados fuera”. En Hechos 19:39-41 aparece la palabra “ekklesia” la cual se traduce como “asamblea”. Por lo tanto, la iglesia es la reunión de los creyentes—los que han sido llamados fuera—que participan en la comunión entre sí en la medida en que adoran a Dios y escuchan de Su Palabra, la Biblia. La iglesia como un todo ha sido equipada con personas que poseen diferentes dones espirituales (Ro 12:5-8).
El propósito de los dones de acuerdo a Efesios 4:11-13 es: “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; La iglesia Cristiana fue fundada por Jesús y Él es su Cabeza y Salvador (Col 1:18; Ef 5:23). Al estar en la iglesia el Cristiano se sujeta al Señorío de Jesús (Ef 5:24) a través de la administración de la Palabra de Dios. (Para saber más, visite la página Web de Miapic clickando AQUÍ).

Hecha la aclaración y volviendo a la pregunta sobre si el Cuerpo de Cristo puede tener hambre, la respuesta es sí. Puede tener hambre por no ser correctamente alimentado por quienes integran los colectivos cristianos. 

Existen las iglesias que tienen muchísima teología pero poca experiencia a la hora de transmitir ese conocimiento al pueblo  y otras que congregan más de 20.000 personas solo para dar servicios de alabanza sin el sustento de la Palabra de Dios. Obviamente, un término medio -donde Biblia y Alabanza estén en equilibrio- es difícil de conseguir pero para Dios nada es imposible. El Cuerpo de Cristo tiene que tener correcta alimentación espiritual pero no toda esta alimentación debe ser aportada por los pastores o líderes. Los fieles también tienen su parte en la tarea de alimentar al Cuerpo de Cristo, su iglesia. ¿Cómo?

Por ejemplo: Huenchul mencionó dos pasajes en su predicación: Marcos 6:30-44 y Marcos 8: 1-10. En ambos se relatan milagros de alimentación de masas a partir de la existencia de restos de pan  y pescados.

El primer milagro Cristo lo realiza en base a cinco panes y dos pescados que tenían consigo los discípulos. El segundo, siete panes y unos pocos pececillos. Esta magra cantidad de comida bastó para alimentar primero a 5000 mil personas y en la segunda, 4000. En total, 9000 personas comieron gracias a la provisión que entregaron los discípulos. Recapitulemos: Jesús realizó el milagro gracias a lo que aportaron los discípulos. Sin esta provisión -los discípulos pudieron haberse negado a compartir lo poco que tenían pero no lo hicieron- y gracias a la generosidad, muchos comieron.

Un detalle que narra un pasaje de las Escrituras, según Huenchul, es importante destacar: Cristo en Marcos 8:2 dice sentir compasión por las personas que llevaban tres días con él y no tenían para comer. La etimología de la palabra, del latín cumpassio, es una traducción del vocablo griego sympathia que significa "sufrir juntos", "tratar con emociones"; es la percepción y comprensión del sufrimiento del otro, que despierta un deseo de aliviar, reducir o eliminar definitivamente el dolor que aflige al sufriente. Huenchul dijo además, que también se podía interpretar como "un revuelto de estómago frente al dolor del otro".

En base a este testimonio de la Escritura, Huenchul se preguntó a sí mismo y a la vez a los hermanos que estábamos presentes: ¿qué tenemos nosotros, los cristianos, para colaborar con Jesús en la tarea de darle alimento espiritual a miles de personas? Algún don debemos poseer –dijo- como para ofrecérselo a nuestro Señor y que él, mediante su poder, haga milagros de superabundancia allí donde hace falta. 

Cada uno de nosotros tiene dones y talentos. Cada don y cada habilidad para hacer cosas, puestas al servicio de Dios en la comunidad donde nos congregamos, en verdad trazan una línea de demarcación entre lo mediocre y la excelencia. ¿Cuántas iglesias tienen escuela dominical por ejemplo? El hecho que una iglesia tenga tal servicio es de por si, muy alentador. Las escuelas dominicales cristianas han sido núcleos no solo de semilleros de futuros cristianos comprometidos sino que además, en tiempo de necesidad, colaboran en mantener alimentados a los niños.

Hay muchos panes y peces entre los fieles que se puede aportar a la tarea de colaborar con Jesús. Dependerá entonces de los pastores y de los fieles, que toda la ayuda posible sea entregada para colaborar con nuestro Señor. En una iglesia es tan importante quien reluce pisos, cocina, lava, colabora en la limpieza general, etc. Todos tenemos panes y pececillos para darle a Jesús para que él ,con esta ayuda, pueda dar de comer espiritualmente a muchos otros que están a punto de ser convocados a la vida eterna.

Oremos: Padre celestial, en nombre de Cristo, confieso que no he  trabajado mucho para ayudarte a alimentar a tu iglesia. Me he pasado el tiempo luchando contra dudas, temores, timidez o falta de oportunidades. Te ruego Padre amado que tomes mi cuerpo como ofrenda viva, para servir delante de tu gloria, y contribuir a alimentar al Cuerpo de Cristo tu iglesia. Te suplico que abras ventanas de oportunidad para que pueda ayudar en lo que tu quieras que ayude conforme a mis capacidades. Y si aún no estoy listo espiritualmente para servir, te pido que me fortalezcas porque es mi deseo, servir. Porque las necesidades son muchas, vivimos en tiempos difíciles y todos tenemos que colaborar sin murmurar, para que la iglesia este preparada para el día de la llegada de nuestro Señor. En nombre de Cristo, me pongo a tus órdenes mi Dios compasivo, amén. 


TIEMPO

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