Dios aún no
ha Muerto
Por
William Lane
Craig
Filósofo, teólogo y apologista cristiano protestante
de Estados Unidos.
Se ocupa de la filosofía del tiempo y de
la religión,
específicamente la existencia de Dios
El siguiente artículo fue publicado en castellano
por
Fe Razonable
Traducido
por
Joel Naranjo
de
"God Is Not
Dead Yet"
Christianity Today. Julio, 2008, pp. 22-27.
Christianity Today
Para leer el artículo en inglés, click
AQUÍ
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Se podría pensar
de la reciente avalancha de best-sellers ateos que la creencia en Dios es
intelectualmente indefendible en la actualidad para las personas racionales.
Pero una mirada a los libros por Richard Dawkins, Sam Harris, y Christopher
Hitchens, entre otros, revela rápidamente que el llamado Nuevo Ateísmo carece
de músculo intelectual. Es felizmente ignorante de la revolución que ha tenido
lugar en la filosofía angloamericana. Refleja el cientificismo de una
generación pasada en lugar de la escena intelectual contemporánea.
El clímax
cultural de aquella generación llegó el 8 de abril de 1966, cuando la revista
Time publicó una historia principal cuya cubierta era completamente negra salvo
tres palabras blasonadas en brillantes letras rojas: "¿Ha muerto Dios?”.
La historia describía el movimiento de la "Muerte de Dios", de moda
en la teología norteamericana.
Pero para
parafrasear a Mark Twain, las noticias del fallecimiento de Dios fueron
prematuras. Puesto que, al mismo tiempo que los teólogos escribían el obituario
de Dios, una nueva generación de jóvenes filósofos estaba redescubriendo su
vitalidad.
Allá por los
años cuarenta, muchos filósofos creían que el lenguage acerca Dios, dado que no
es verificable por los cinco sentidos, carece de significado: es un verdadero
sinsentido. Este verificacionismo finalmente colapsó, en parte, porque los
filósofos comprendieron ¡que el verificacionismo mismo no puede ser verificado!
El colapso del verificacionismo fue el evento filosófico más importante del
siglo 20. Su caída implicó que los filósofos fueron una vez más libres de hacer
frente a los problemas tradicionales de la filosofía que el verificacionismo
había suprimido. Junto a este resurgimiento del interés en las preguntas
filosóficas tradicionales vino algo totalmente inesperado: un renacimiento de
la Filosofía Cristiana.
El punto de
inflexión llegó, probablemente, en 1967, con la publicación de "Dios y
Otras Mentes: Un Estudio de la Justificación Racional de Creencia en Dios"
de Alvin Plantinga. Los pasos de Plantinga han sido seguidos por una multitud
de filósofos cristianos, los cuales escriben en revistas académicas, participan
en conferencias profesionales y publican con las mejores editoriales
académicas. Como resultado, el rostro de la filosofía angloamericana se ha
visto transformado. El ateísmo, si bien quizás todavía el punto de vista
dominante en las universidades norteamericanas, es una filosofía en retirada.
En un reciente
artículo, el filósofo de la Universidad de Western Michigan, Quentin Smith,
lamenta lo que él llama "la desecularización de la academia que se ha
desarrollado en los departamentos de filosofía desde finales de los años
'60". Reclama de la pasividad de los naturalistas ante la ola de
"teístas inteligentes y talentosos que han entrado en el mundo académico
en la actualidad." Smith concluye, "Dios no esta 'muerto' en la
academia; volvió a la vida a fines de los 60s y está ahora vivo y bien en su
última fortaleza académica, los departamentos de filosofía".
El renacimiento
de filosofía cristiana se ha visto acompañado por un resurgimiento del interés
en la teología natural, aquella rama de la teología que busca demostrar la
existencia de Dios aparte de la revelación divina. La meta de la teología
natural es justificar una cosmovisión teísta en un sentido amplio, una que
pueda ser común a cristianos, judíos, musulmanes, y deístas. Aún cuando pocos
los llamarían pruebas concluyentes, todos los argumentos tradicionales para la
existencia de Dios, por no mencionar otros argumentos nuevos y creativos,
hallan en la actualidad defensores bien articulados.
Los
Argumentos
Primero, démosle
una rápida mirada a algunos de los argumentos actuales de teología natural. Los
veremos de manera condensada. Esto tiene la ventaja de hacer la lógica de los
argumentos muy clara. El esqueleto de los argumentos puede ser entonces
rellenado de carne con una discusión más extensa. Una segunda pregunta crucial,
¿De que sirve un argumento racional en nuestra época supuestamente postmoderna?,
será tratada en la próxima sección.
El Argumento
Cosmológico. Versiones de este argumento son defendidas por Alexander
Pruss, Timothy O'Connor, Stephen Davis, Robert Koons y Richard Swinburne, entre
otros. Una formulación simple de este argumento es:
1. todo lo que
existe tiene una explicación de para su existencia, sea en la necesidad de su
propia naturaleza o en una causa externa.
2. si el
universo tiene una explicación para su existencia, dicha explicación es Dios.
3. el universo
existe.
4. por consiguiente,
la explicación para la existencia del universo es Dios.
Este argumento
es lógicamente válido, de modo que la única pregunta es acerca de la verdad de
sus premisas. La premisa (3) es innegable para cualquier buscador sincero de la
verdad, de modo que el problema se reduce a (1) y (2).
La premisa (1)
parece bastante plausible. Imagine que va caminando por un bosque y descubre
una esfera translúcida en el suelo. Usted encontraría bastante extraña la
afirmación de que la esfera simplemente existe, inexplicablemente. Y aumentar
el tamaño de la esfera, incluso hasta que llegue a ser co-extensiva con el
cosmos, no ayudaría en nada para eliminar la necesidad de una explicación para
su existencia.
La premisa (2)
podría parecer polémica en un comienzo, pero es, de hecho, sinónima de la usual
afirmación atea de que si Dios no existe, entonces no hay ninguna explicación
para la existencia del universo. Además, (2) es bastante plausible por derecho
propio. Esto porque una causa externa del universo debe existir más allá del
espacio y el tiempo, y por consiguiente no puede ser física o material. Ahora,
hay sólo dos tipos de cosas que calzan con esa descripción: Ya sea un objeto
abstracto, como los números, o, de lo contrario, una mente inteligente. Pero
los objetos abstractos son causalmente impotentes. Por ejemplo, el número 7 no
puede causar nada. Por lo tanto, se sigue que que la explicación de la
existencia del universo es una mente personal, externa y trascendente que creó
el universo, que es lo que la mayoría de las personas tradicionalmente han
querido decir con la palabra "Dios."
El Argumento
Cosmológico Kalam. Esta versión del argumento tiene una rica herencia
islámica. Stuart Hackett, David Oderberg, Mark Nowacki, y yo hemos defendido el
argumento kalam. Su formulación es simple:
1. todo lo que
comienza a existir tiene una causa.
2. el universo
comenzó a existir.
3. por
consiguiente, el universo tiene una causa.
La premisa (1)
ciertamente parece más plausible que su negación. La idea que las cosas pueden
nacer a la existencia sin una causa es peor que la magia. No obstante, es
notable cuántos no-teístas, bajo el peso de la evidencia en favor de la premisa
(2), han negado (1) en lugar aceptar la conclusión del argumento.
Tradicionalmente,
los ateos han negado (2), en favor de un universo eterno. Pero hay buenas
razones, filosóficas y científicas, para dudar que el universo no tenga un
comienzo. Filosóficamente, la idea de un pasado infinito parece absurda. Si el
universo nunca tuviera un principio, entonces el número de eventos del pasado
en la historia del universo es infinito. No sólo es ésta una idea muy
paradójica, si no que hace surgir un problema: ¿Cómo el evento presente podría
llegar alguna vez, si un número infinito de eventos anteriores tenían que
ocurrir primero?
Es más, una
notable serie de descubrimientos en astronomía y astrofísica durante el último
siglo han inspirado nueva vida al argumento cosmológico kalam. En la actualidad
tenemos evidencia bastante poderosa de que el universo no tiene un pasado
eterno, sino que tuvo un comienzo absoluto hace aproximadamente 13.7 mil
millones años en un evento cataclísmico conocido como el Big Bang.
El Big Bang es
tan asombroso porque representa el origen del universo a partir de literalmente
nada. Esto, dado que toda la materia y energía, e incluso el espacio físico y
el tiempo llegaron a ser en el Big Bang. Si bien algunos cosmólogos han
intentado desarrollar teorías alternativas con el objeto de evitar este
principio absoluto, ninguna de estas teorías se ha impuesto en la comunidad
científica. De hecho, en 2003, los cosmólogos Arvind Borde, Alan Guth, y
Alexander Vilenkin fueron capaces de demostrar que cualquier universo que este,
en promedio, en un estado de expansión cósmica no puede ser eterno hacia el
pasado si no que debe tener un principio absoluto.
Según Vilenkin, "Los
cosmólogos ya no pueden esconderse tras la posibilidad de un universo con un
pasado eterno. No hay ninguna salida, tienen que enfrentar el problema de un principio
cósmico". Se sigue, entonces, que debe haber una causa trascendente que
produjo la existencia de universo, una causa que, como hemos visto, es
plausiblemente eterna, no-espacial, inmaterial, y personal.
El Argumento
de Teleológico. Los antiguos argumentos del diseño permanecen hoy tan
robustos hoy como siempre, defendidos en varias formas por Robin Collins, John
Leslie, Paul Davies, William Dembski, Michael Denton, y otros. Los partidarios
del movimiento del Diseño Inteligente han continuado la tradición de buscar
ejemplos de diseño en los sistemas biológicos. Pero la vanguardia de la
discusión se enfoca en el notable y recientemente descubierto "ajuste
fino" del cosmos para la vida.
Este ajuste fino es de dos clases. Primero,
cuando las leyes de la naturaleza se expresan como ecuaciones matemáticas,
contienen ciertas constantes, tales como la constante gravitatoria. Los valores
matemáticos de estas constantes no son determinados por las leyes de la
naturaleza. Segundo, hay ciertas cantidades arbitrarias que son sólo parte de
las condiciones iniciales del universo, por ejemplo, la cantidad de entropía
presente en el universo.
Estas constantes
y condiciones caen en un rango extremadamente estrecho de valores que
posibilitan la vida. Si cualquiera de estas constantes o condiciones iniciales
fuera alterado por menos que el ancho de un cabello, el equilibrio que hace
posible la vida se destruiría, y la vida no existiría.De acuerdo con
esto, podemos argumentar:
1. El ajuste
fino del universo se debe ya sea a la necesidad física, al azar o a al diseño.
2. no se debe a
la necesidad física o al azar.
3. por
consiguiente, se debe al diseño.
La premisa (1)
simplemente las lista de opciones posibles para explicar el ajuste fino. La
premisa importante es por consiguiente (2). La primera alternativa, la
necesidad física, dice que las constantes y condiciones iniciales deben tener
los valores que tienen. Esta alternativa tiene poco digno de consideración. Las
leyes de la naturaleza son consistentes con una amplia gama de valores para las
constantes y condiciones iniciales del universo. Por ejemplo, la candidata más
prometedora para una teoría unificada de la física a la fecha, la teoría de las
"supercuerdas" o "teoría M", permite un paisaje cósmico de
alrededor de 10500 posibles universos distintos gobernados por leyes naturales,
y sólo una proporción infinitesimal de éstos es capaz de sostener vida.
En cuanto al
azar, los teóricos contemporáneos reconocen cada vez más que las posibilidades
contra el ajuste fino son simplemente insuperables a menos que uno este
preparado para abrazar la especulativa hipótesis de que nuestro universo es
solo un miembro de un conjunto infinito de universos aleatoriamente ordenados
(alias, el multiverso). En este conjunto de mundos, cada mundo
físicamente posible existe y, obviamente, nosotros podríamos observar sólo un
universo dónde las constantes y condiciones iniciales sean consistentes con
nuestra existencia. Es aquí donde el debate arrecia hoy por hoy. Físicos como
Roger Penrose, de la Universidad de Oxford, presentan poderosos argumentos
contra cualquier apelación a un multiverso como forma de explicar el ajuste
fino.
El Argumento
Moral. Varios eticistas, tales como Robert Adams, William Alston, Mark
Linville, Paul Copan, John Hare, Stephen Evans, y otros han defendido teorías
éticas de "Mandamiento Divino ["Divine command theories"],
que apoyan varios argumentos morales para la existencia de Dios. Uno de dichos
argumentos es el siguiente:
1. si Dios no
existe, los valores y deberes morales objetivos no existen.
2. los valores y
deberes morales objetivos existen.
3. por
consiguiente, Dios existe.
Por valores y
deberes objetivos quiero decir valores y deberes que son válidos y obligatorios
independiente de la opinión humana. Muchos ateos y teístas por igual concuerdan
con la premisa (1). Esto, porque dada una cosmovisión naturalista, los seres
humanos no son más que animales, y un acto que nosotros consideraríamos
asesinato, tortura, o violación, es natural y amoral en el reino animal. Aún
más, si no hay nadie para ordenar o prohibir ciertas acciones, ¿cómo podemos
nosotros estar sujetos a obligaciones o prohibiciones morales?
La premisa (2)
podría parecer más disputable, pero probablemente será una sorpresa para la
mayoría de los legos enterarse que (2) es ampliamente aceptada entre los
filósofos. Porque cualquier argumento contra la objetividad de la moral tenderá
a estar basado en premisas menos evidentes que la realidad de los valores
morales mismos, tal como son aprehendidos en nuestra experiencia moral. La
mayoría de los filósofos, por lo tanto, reconoce distinciones morales
objetivas.
Los no teístas
típicamente opondrán al argumento moral un dilema: ¿Algo es bueno porque Dios
los quiere, o Dios lo quiere porque es bueno? La primera alternativa hace del
bien y el mal algo arbitrario, mientras que la segunda hace al bien
independiente de Dios. Afortunadamente, éste es un falso dilema. Los teístas
tradicionalmente han optado por una tercera alternativa: Dios quiere algo porque
Él es bueno. Es decir, lo que Platón llamó el Bien es la naturaleza moral del
propio Dios. Dios es por naturaleza amoroso, benévolo, justo, y así. Él es el
paradigma de la bondad. Por consiguiente, el Bien no es independiente de Dios.
Es más, los mandamientos de Dios son una expresión necesaria de su naturaleza.
Sus mandamientos para nosotros no son, por lo tanto, arbitrarios, sino un
reflejo necesario de su carácter. Esto nos provee de un fundamento adecuado
para afirmar la existencia de valores y deberes morales objetivos.
El Argumento
Ontológico. El famoso argumento de Anselmo ha sido el reformulado y
defendido por Alvin Plantinga, Robert Maydole, Brian Leftow, y otros. Dios,
observa Anselmo, es por definición el más grande ser concebible. Si usted pudiera
concebir algo más grande que Dios, entonces eso sería Dios. Así, Dios es el más
grande ser concebible, un Ser Máximamente Grande. ¿Cómo sería tal ser? Debiese
ser todo poderoso, lo sabría todo, sería perfectamente bueno, y existiría en
todo mundo lógicamente posible. Pero entonces podemos argumentar:
1. es posible
que un Ser Máximamente Grande (Dios) exista.
2. si es posible
que un Ser Máximamente Grande exista, entonces un Ser Máximamente grande existe
en algún mundo posible.
3. si un Ser
Máximamente Grande existe en algún mundo posible, entonces existe en todos los
mundos posibles.
4. si un Ser
Máximamente Grande existe en todos los mundos posibles, entonces existe en el
mundo real.
5. por
consiguiente, un Ser Máximamente Grande existe en el mundo real.
6. por
consiguiente, un Ser Máximamente Grande existe.
7. por
consiguiente, Dios existe.
Ahora, puede ser
una sorpresa descubrir que los pasos 2 al 7 de este argumento son relativamente
poco controvertidos. La mayoría de los filósofos estaría de acuerdo que si la
existencia de Dios es incluso posible, entonces Él debe existir. Así que la
única pregunta es: ¿Es posible la existencia de Dios? El ateo tiene que
sostener que es imposible que Dios exista. Tiene que decir que el concepto de
Dios es incoherente, tal como el concepto de un soltero casado o de un círculo
cuadrado. Pero el problema es que el concepto de Dios simplemente no parece ser
incoherente en tal forma. La idea de un ser que es todo poderoso, que todo lo
sabe, y que es perfectamente bueno existe en cada mundo posible parece
perfectamente coherente. Y en tanto la existencia de Dios sea sólo posible, se
sigue que Dios debe existir.
¿Por qué
importa?
Por supuesto,
hay réplicas y contra réplicas respecto a todos estos argumentos, y nadie
imagina que se alcanzará un consenso general. De hecho, después de un período
de pasividad, hay señales de que el gigante dormido del ateísmo ha despertado
de su letargo dogmático y esta defendiéndose. J. Howard Sobel y Graham Oppy han
escrito voluminosos libros académicos, críticos de los argumentos de teología
natural, y Cambridge University Press publicó su "Companion to Atheism"
el año pasado. No obstante, la misma presencia del debate en el mundo académico
es en si misma señal de cuán saludable y vibrante es una cosmovisión teísta en
la actualidad.
Sin embargo,
aunque todo esto pueda ser así, algunos podrían pensar que el renacimiento de
la teología natural en nuestro tiempo es meramente una gran cantidad de trabajo
perdido. Porque ¿no vivimos en una cultura postmoderna en que el apelar a tales
argumentos apologéticos ya no es efectivo? Los argumentos racionales en favor
de la verdad del teísmo supuestamente ya no funcionan. Algunos cristianos
aconsejan, por lo tanto, que debemos simplemente compartir nuestra narrativa e
invitar a la gente a participar en ella.
Esta clase de
pensamiento es culpable de un desastroso diagnóstico errado de la cultura
contemporánea. La idea de que vivimos en una cultura postmoderna es un mito. De
hecho, una cultura postmoderna es imposible; sería absolutamente invivible. La
gente no es relativista respecto a temas de ciencia, ingeniería, y tecnología;
más bien, es relativista y pluralista en materia de religión y ética. Pero,
claro, eso no es postmodernismo; ¡eso es modernismo! Esto es simplemente
verificacionismo de la vieja escuela, que sostenía que cualquier cosa que no se
pueda probar con los cinco sentidos es cuestión de gusto personal. Vivimos en
una cultura que sigue siendo profundamente modernista.
Por otra parte,
¿cómo hacer sentido de la popularidad del Nuevo Ateísmo? Dawkins y sus vástagos
son indeleblemente modernistas e incluso cientificistas en su enfoque. En una
lectura posmodernista de la cultura contemporánea, sus libros debieron haber caído
como agua en una piedra. En cambio, la gente los consume ávidamente,
convencidos de que las creencias religiosas son una tontería.
Visto bajo esa
luz, ajustar nuestro evangelio a la cultura postmoderna es contraproducente. Al
dejar de lado nuestras mejores armas de la lógica y la evidencia, aseguramos el
triunfo de modernismo sobre nosotros. Si la iglesia adopta este curso de
acción, las consecuencias para la próxima generación serán catastróficas.
El
Cristianismo se verá reducido a ser solo una voz más en una cacofonía de voces
en competencia, cada una compartiendo su propia narrativa y ninguna
encomendándose como la verdad objetiva sobre la realidad. Entretanto, el
naturalismo científico continuará formando la visión de nuestra cultura acerca
de cómo es realmente el mundo.
Una teología
natural robusta bien puede ser necesaria para que el evangelio sea oído
eficazmente en la sociedad Occidental de hoy.
En general, la cultura Occidental
es profundamente post cristiana. Es el fruto de la Ilustración, que introdujo
en la cultura europea la levadura del secularismo, que ahora ha permeado la
sociedad Occidental. Mientras que la mayoría de los pensadores originales de la
Ilustración eran teístas, la mayoría de los intelectuales Occidentales hoy ya
no consideran que el conocimiento teológico sea posible. Quién persiga la
búsqueda de la razón firmemente finalmente será ateo o, cuando mucho,
agnóstico.
Una comprensión
adecuada de nuestra cultura es importante porque el evangelio nunca es oído de
manera aislada. Siempre se oye en relación al trasfondo del entorno cultural
actual. Alguien criado en un entorno cultural en que el cristianismo todavía es
visto como una opción intelectualmente viable mostrará una apertura al
evangelio. ¡Pero bien se le podría pedir al secularista que creyera en hadas o
duendes como en Jesucristo!
Los cristianos
que desprecian el valor de la teología natural porque "nadie viene a la fe
por medio de argumentos intelectuales" son, por tanto trágicamente cortos
de vista. Porque el valor de la teología natural se extiende mucho más allá de
mis contactos evangelísticos inmediatos. Es la tarea más amplia de la
apologética cristiana, incluyendo la teología natural, ayudar a crear y
sostener un entorno cultural en que el evangelio pueda ser visto como una
opción intelectualmente viable para los hombres y mujeres reflexivos. Le da a
la gente el permiso intelectual para creer cuando sus corazones sean
conmovidos. En tanto más nos adentremos en el siglo XXI, anticipo que la
teología natural se volverá crecientemente relevante y vital como preparación
para que la gente reciba el evangelio.
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