Cuando la pluma, la cruz y la espada
amalgamadas al valor guaraní
dijeron basta a las tropelías de las bandeiras paulistas
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No se concibe hablar de los orígenes de la moderna República Argentina sin mencionar a los Jesuitas. Instalados en Córdoba en 1599 y un poco más tarde en el Noreste de la Gobernación del río de la Plata y del Paraguay -con sus Universidades y Reducciones- constituyeron hasta su expulsión, un poderoso tapón hacia las pretensiones de la corte portuguesa de apoderarse del resto de Sudamérica (Siglos XVI y XVII). Sin la presencia de los jesuitas posiblemente las fronteras de Brasil se hubieran extendido hacia el litoral Argentino, todo Paraguay; incluso lo que hoy es Uruguay y el Río de la Plata.
Las reducciones de aborígenes no las comenzaron los Jesuitas
Según el historiador y sacerdote salesiano Cayetano Bruno, estas nacieron aproximadamente en 1580, por iniciativa de los franciscanos fray Alonso de San Buenaventura y fray Luis Bolaños en el territorio que hoy ocupa Paraguay. Luego, hacia 1610, se extendieron hacia lo que hoy es Argentina. Hernandarias fue quien dio autorización a los jesuitas para comenzar con las reducciones de la orden.
En diciembre de 1609 se fundó la misión de San Ignacio Guazú en territorio paraguayo y luego otras de las cuales unas 15 quedaron dentro de lo que hoy se conoce como Argentina y de esa cantidad, 11 se ubicaron en la que hoy es la provincia de Misiones. No fue fácil convencer a los indios guaraníes de la conveniencia de vivir todos juntos en poblados dedicados a cultivar las tierras, la cría de ganados, la construcción y artesanías.De lo difícil que fue agrupar a las tribus, lo demuestra el siguiente suceso: en 1628, los padres Roque Gonzáles, Alonso Rodríguez y Juan Castillo, sufrieron el martirio cuando trataban de reducir a varias parcialidades aborígenes.
Cuando este lamentable suceso ocurrió, los curas llevaban ya más de 40 años de misión. Aún así, no habían logrado reducir a todas las parcialidades. Muchas resistían y querían continuar, en todo su derecho, viviendo como lo habían hecho hasta entonces: de la caza, de la pesca y sin tutela de extranjeros. Sin embargo, esta porfiada independencia pronto terminaría. Una turba de esclavistas asomaba en el horizonte amenazando la vida de todos: blancos, mestizos y aborígenes. Un serio peligro unió a todos de repente, en una defensa épica de los territorios que ocupaban.
Hacia 1629 los portugueses andaban escasos de mano de obra esclava para sus gigantescas plantaciones de Brasil de modo que no se les ocurrió mejor idea que empezar a esclavizar indios que habitaban hacia el interior de las costas. Para esta infame tarea contaron con la ayuda de las tribus tupíes. A esta situación llegaron debido a la presencia de los Holandeses en el norte de Brasil.(1)
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Holandeses, protestantes y piratas
En el siglo 17, luego de una feroz guerra independentista y religiosa contra España, las Provincias Unidas como se llamaba entonces Holanda, tuvo un importante auge comercial y su flota comenzó a singlar los mares en todas direcciones. Mediante la piratería llegó a controlar el Atlántico Sur complicando las operaciones comerciales no solo de Portugal sino también de Inglaterra y sobre todo España. Llegaron a afectar tanto el comercio de esclavos, que las haciendas portuguesas en Brasil, por ejemplo, se quedaron sin trabajadores.
Pronto los portugueses se dieron cuenta que los guaraníes tutelados por los jesuitas, se habían transformado en trabajadores agropecuarios bien adiestrados de modo que su valor se duplicó. Un esclavo negro era bueno trabajando por su resistencia física pero demandaba tiempo adaptarlo a las técnicas de laboreo en las haciendas. Por el contrario, los guaraníes gracias a los jesuitas, eran mano de obra capacitada y además, excelentes artesanos.
Las Misiones de los jesuitas
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Fue en este contexto cuando los hacendados y fazendeiros portugueses comenzaron a esclavizar indios del alto Paraná. No les fue difícil encontrar voluntarios para la tarea de cautivar entre las grandes masas de delincuentes ociosos de Brasil debido a que, la región de Piratininga donde en 1553 fue fundada San Pablo, carecía de oro, diamantes y plata como para mantenerlos ocupados. Entre estos verdaderos salvajes, se reclutarían las temibles bandeiras. (Se las llamó de este modo porque avanzaban detrás de sus estandartes).
Las bandeiras
estaban organizados y dirigidos como una empresa comercial y sus tropas se enrolaban mamelucos
(mestizos de portugueses e indígenas), renegados tupíes
y aventureros extranjeros entre ellos holandeses, ingleses, franceses y alemanes. Por supuesto, su actuación en territorio de la corona española no fue a pura invasión por la fuerza. Los portugueses fueron hábiles a la hora de sobornar a no pocos funcionarios de la corte española en Sudamérica -sobre todo a los hacendados paraguayos- para que demoraran o hicieran la vista gorda a sus rapiñas de seres humanos.
Uno de los más corruptos paraguayos fue Luis de Céspedes García Xería. En 1629 al hacerse cargo del gobierno de Paraguay, se casó con Victoria de Saá perteneciente a una familia de ricos hacendados de Río de Janeiro y sobrina del Gobernador de la ciudad carioca. Esta unión reforzó sus relaciones con los paulistas y lo proyectó comercialmente hacia otras regiones del imperio lusitano. Céspedes García Xería detestaba a los jesuitas por varias razones.
Primero, su presencia les impedía "encomendar" las tribus guaraníes y segundo, los jesuitas "quitaban" tierras aptas para la labranza y cría de ganado ya que la orden ocupaba grandes extensiones. Además, los monjes no eran permeables a la corrupción. De modo que pronto se vio tramando junto a los intereses paulistas diversos modos de lucrar.
Primero, su presencia les impedía "encomendar" las tribus guaraníes y segundo, los jesuitas "quitaban" tierras aptas para la labranza y cría de ganado ya que la orden ocupaba grandes extensiones. Además, los monjes no eran permeables a la corrupción. De modo que pronto se vio tramando junto a los intereses paulistas diversos modos de lucrar.
De esta manera, los esclavistas se aseguraron cierta tranquilidad "política" antes de cruzar el límite del Tratado de Tordesillas, el cual a la corta perdió su importancia en el período cuando Portugal formó una unión dinástica aeque
principaliter
con la Corona de Castilla. La osadía de las bandeiras fue tanta, gracias a la coima, que incluso llegaron hasta el Virreynato de Perú. Detrás de estos "comerciantes de seres humanos" se encontraban -obviamente- los intereses de la corona portuguesa que nunca dejó de pretender apoderarse del resto de Sudamérica.
Primeras bandeiras
Sin bien los primeros ataques bandeirantes se registraron en 1610, no fue hasta 1628 y 1631 que se iniciaron las invasiones más sangrientas. Estas agresiones coinciden con los ataques marítimos llevados a cabo por los corsarios protestantes. Tres jefes bandeirantes Raposo Tavares, Manuel Preto y Antonio Pires- se concentraron en saquear las reducciones del Guayrá, (región que en la actualidad pertenece a Brasil pero que supo estar bajo dominio de la corona española) capturando miles de guaraníes que más tarde subastaron en los corrales de San Pablo.
Sin embargo, las ganancias no fueron las esperadas ya que, de unos 5000 guaraníes capturados, solo se vendieron unos 1500 y esto debido más que nada, al terrible maltrato que les dieron los esclavistas que acabó con miles de ellos.
Región de Guairá
Con las reducciones de los jesuitas
Mapa
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El terror que provocaron las bandeiras dislocó las reducciones jesuíticas. De pronto, 15.000 o más aborígenes comenzaron a huir y buscar refugio entre grandes penalidades. La región del Guayrá quedo despoblada obligando a los monjes a crear otras reducciones para albergar a quienes escapaban de la violencia paulista. Fue así que nacieron San Ignacio Miní y Loreto en
territorio de la actual Provincia de Misiones. La magnitud del desastre solo se puede cuantificar cuando se observa que la población cristianizada por los jesuitas alcanzaba al medio millón de indígenas. (Para entonces Buenos Aires era un pequeño poblado con unas 3000
personas aproximadamente mientras que Guairá y regiones adyacentes
concentraba medio millón de indios cristianizados (2)).
Los años 1636 y 1637 fueron desastrozos. Las malocas de Raposo Tavares y Andrés Fernández, Francisco y Jerónimo Bueno arrasaron con las ricas misiones de San Cristóbal peinando lo que quedaba de la Guayrá y territorios adyacentes. Desesperados, los jesuitas enviaron a los padres Diego de Boroa y Diego de Alfaro a solicitar auxilio a Paraguay y Buenos Aires. Sin embargo, la mayoría de las autoridades paraguayas coimeados por los paulistas no prestaron colaboración no así en el río de la Plata donde al menos, fueron recibidos por las autoridades quienes prestaron alguna colaboración.
Tampoco algunas gestiones realizadas en Brasil para terminar con los ataques, tuvieron resultado positivo. El dinero era tanto involucrado y los intereses comerciales un muro tan alto que las comisiones jesuitas nada pudieron hacer.
Tampoco algunas gestiones realizadas en Brasil para terminar con los ataques, tuvieron resultado positivo. El dinero era tanto involucrado y los intereses comerciales un muro tan alto que las comisiones jesuitas nada pudieron hacer.
Caacapaguassú
En 1638, envalentonados los paulistas con sus saqueos, violaciones e incendios, armaron una nueva bandeira bajo el mando de Raposo Tavares. Como era costumbre, al avanzar hacia el sur quemaron las misiones de Caamo y Caaguá hasta fortificarse en Caacapaguassú donde intentaron crear una fortaleza. Esto demuestra que el jefe de la bandeira venía ya con el visto bueno de la corona portuguesa para establecerse por la fuerza y de ese modo, arrebatar tierras a los españoles.
Hartos los jesuitas de tanta violencia decidieron reaccionar. Diego de Alfaro, Superior de la Orden en la provincia de Paraguay, convocó a todos los religiosos y caciques a un parlamento. Entre tanto, pidió ayuda una vez más al gobierno paraguayo pero el nuevo gobernador Pedro de Lugo y Navarra apenas le envió 60 soldados mal equipados como para salvar las apariencias.
A pesar de todo, los jesuitas rejuntaron un ejército de unos 4000 efectivos que fue puesto bajo el mando del cacique Nicolás Nhienguirúy y del padre Diego de alfaro. De inmediato marcharon hacia Caacapaguassú sitiando al recinto bandeirante. El 17 de enero comenzó el ataque y se mantuvo firme hasta que lograron penetrar el reducto.
En medio de la batalla una bala de mosquete impactó el lado izquierdo del padre Diego de Alfaro; quien arremetía a caballo; arrancándole el ojo y provocándole una herida mortal. Llevado al campamento base de los jesuitas, recuperó el conocimiento a tiempo para recibir con sus últimos alientos la extremaunción Luego expiró entre las rabias y llantos de los guaraníes que lo apreciaban muchísimo.
A pesar de todo, los jesuitas rejuntaron un ejército de unos 4000 efectivos que fue puesto bajo el mando del cacique Nicolás Nhienguirúy y del padre Diego de alfaro. De inmediato marcharon hacia Caacapaguassú sitiando al recinto bandeirante. El 17 de enero comenzó el ataque y se mantuvo firme hasta que lograron penetrar el reducto.
En medio de la batalla una bala de mosquete impactó el lado izquierdo del padre Diego de Alfaro; quien arremetía a caballo; arrancándole el ojo y provocándole una herida mortal. Llevado al campamento base de los jesuitas, recuperó el conocimiento a tiempo para recibir con sus últimos alientos la extremaunción Luego expiró entre las rabias y llantos de los guaraníes que lo apreciaban muchísimo.
Unos 2000 cautivos fueron liberados, capturados numerosos prisioneros entre ellos unos 17 portugueses. Esta batalla sería de consecuencias muy graves para el comercio esclavista. Cuando los supervivientes llegaron a San Pablo, contaron toda suerte de exageraciones y hablaron de la crueldad de los jesuitas. Esto motivo que, en venganza, se armara otra bandeira con el propósito de liberar a los portugueses prisioneros y acabar definitivamente la misiones de los jesuitas.
Mbororé
El jesuita Ruiz de Montoya fue recibido por el rey Felipe IV y de inmediato lo informó de la gravedad de los acontecimientos. El 21 de mayo de 1640 el monarca firmó una Real Cédula por la que transfería al Virrey del Perú el poder para armar a los guaraníes condenando el tráfico de seres humanos. Si bien la ordenanza real llegaría cinco años más tarde a Lima, los jesuitas no esperaron todo ese tiempo sino que tomaron la iniciativa. En 1639 habían conseguido de Buenos Aires y de la Real Audiencia de Charcas las autorizaciones para que los aborígenes portaran armas de fuego.El gobernador de Buenos Aires, Pedro de Rojas y Acevedo envió varios instructores y armas y el papa Urbano VIII dispuso que los bandeirantes católicos fueran excomulgados. Como era de esperarse, los portugueses reaccionaron con más furia que nunca y casi matan a los monjes jesuitas que se encontraban en San Pablo tramitando un alto al fuego.
Finalmente en septiembre de 1640 partió la nueva bandeira. Se sumaron a esta expedición -que no solo venía ya a saquear y esclavizar sino a cobrar venganza y apropiarse de territorios- varios nobles portugueses e hijos de acaudalados entre quienes se encontraban Antonio de Cunha Gago, Juan Leite y Pedro Nunes Dias. Unos 400 naturales de Portugal ingresaron a las filas bien equipados y armados con espadas, petos o armaduras parciales y armas de fuego. Como siempre, se sumaron los renegados Tupíes(3) y mestizos ademas de negros esclavos.
Todo este ejército de unos 3500 efectivos comenzó a singlar por el río Uruguay en unas 700 canoas.Notificados los jesuitas del avance del enemigo, el Superior de la Orden el padre Claudio Ruger ordenó concentrar el ejército guaraní de unos 4200 efectivos. El armamento tradicional indígena consistente en arcos y flechas, puñales, macanas y hondas fue reforzado con 300 arcabuces y piezas de artillería algunas de las cuales fueron enviadas desde Buenos Aires.
De inmediato comenzaron la construcción de balsas con unas novedades. Se las "fortificó" con troncos para resistir las piedras y flechas que arrojaban los tupíes y además, proporcionar algún tipo de "blindaje" contra los disparos de arcabuces. Un arma un tanto extraña que utilizaron en esta batalla los guaraníes fue el tambetá que era una quijada afilada y la cual se usaba en la batalla cuerpo a cuerpo como una segadora.
Para mantener a los indios disciplinados, los padres Antonio Cárdenas, Antonio Bernal y Domingo Torres, ex militares, comenzaron a ejercitar a los guaraníes en marchas y maniobras militares ademas de técnicas de combate. Simultáneamente, los padres Pedro Mola, Cristóbal de Altamirano, Juan de Porras, José Domenech, Miguel Gómez, Domingo de Salazar, Antonio de Alarcón, Pedro Sardoni y Domingo Suárez se dedicaron al apoyo logístico, la costrucción de balsas, etc.
Las tropas indias fueron colocadas bajo el mando de los caciques Ignacio Abiarú (4) y Nicolás Nhienguirú siendo su estado mayor los caciques Francisco Mbayroba y Azaray. El padre Claudio Ruger se declaró enfermo delegando el mando a los padres Diego de Boroa y Pedro Romero. La base de operaciones fue situada en la misión Asunción de Acaraguá cerca del arroyo Mbororé.
Dos guaraníes que habían escapado informaron en detalle la cantidad de tropas y calidad del armamento que traían los paulistas. El 25 de febrero el padre Altamirano envió río arriba 8 canoas en misión de exploración. Pero en un recodo de un río, se toparon con mas de 300 embarcaciones bandeirantes. Los guaraníes tuvieron una escaramuza con la fuerza invasora y escaparon perseguido por canoas tupíes. Sin embargo los perseguidores cayeron en una trampa cuando se aproximaron demasiado a la línea defensiva guaraní quienes salieron en auxilio de los suyos. En la refriega que siguió los tupíes hubieran sido exterminados a no ser porque comenzó una furiosa tormenta con truenos y relámpagos que obligó a detener las operaciones.
Con la llegada de la noche, acelerada por el mal tiempo, los paulistas intentaron atacar de sorpresa la posición jesuita de Acaraguá. En la oscuridad, 250 guaraníes en 30 canoas sostuvieron con valor el ataque a la luz de los relámpagos, contra una fuerza superior compuesta por mas de 100 embarcaciones. Altamirano juzgo prudente retirarse ante la magnitud de las fuerzas invasoras o arriesgaba a perder todos sus efectivos. Antes, ordenó destruir todos los cultivos y víveres para no dejar nada a los atacantes. Esta desición fue acertada ya que el hambre condujo a los atacantes hacia el terreno que los jesuitas y caciques generales habían elegido para presentar combate.
Cuando llegaron a Mbororé se encontraron con las fuerzas guaraníes en línea de batalla y con la novedad que habían fortificado las orillas. Hasta las mujeres colaboraban acarreando todo lo que se necesitaba para mantener a los hombres en buenas condiciones. Durante dos días los invasores tantearon la situación mientras decidían que hacer.
Los jesuitas entre tanto, acumularon más refuerzos y confesaron a todos los que iban a pelear. El 11 de marzo de 1641 la bandeira abandonó Acaraguá y avanzó río abajo con unas 300 embarcaciones. A las dos de la tarde, 60 canoas al mando del cacique general Ignacio Abiarú tomaron la iniciativa pasando al ataque enarbolando el estandarte de Francisco Javier. Luego de una breve arenga, Abiarú condujo a los suyos directo al medio de la formación enemiga comenzando la batalla que duraría casi una semana. Al frente de la singular flotilla fluvial, guiaba la acción una balsa donde iba montado un pequeño cañón que, al hacer fuego, comenzó a hacer estragos en las filas tupíes.
La noche alivió el combate que hasta el momento, resultaba desfavorable a la bandeira. Catorce canoas y algunas balsas fueron capturadas y muchos prisioneros. Al día siguiente, 12 de marzo, los jesuitas pensaron llevar el combate a tierra firme pero los paulistas no aceptaron batallar lejos del río y por fuera de sus fortificaciones. En eso que parlamentaban jesuitas y caciques los pasos a seguir, llega un mensajero tratando de negociar la paz pero no le fue aceptada la oferta. De inmediato sitiaron el campamento bandeirante por tierra y desde el río sospechando que fuerza invasora estaba maltrecha y buscaban artimañas para reorganizarse.
Desde el 12 hasta el 16 de marzo, el campamento enemigo fue bombardeado sin cesar. Comprendieron los bandeirantes que ya la suerte en la batalla les sería adversa y decidieron parlamentar. Tenían muchos heridos y además, nada de víveres. Pidieron un nuevo tiempo para negociar la paz pero era tanto el daño que habían hecho, que los indios no querían saber nada con rendición. Los querían exterminar para siempre y alejarlos definitivamente de las tierras labradas.
El 16 salen de la fortificación y procuran forzar el bloqueo navegando río arriba. Pero de inmediato son acosados por los guaraníes con tanta determinación que comenzó una masacre. Sin embargo, valiéndose de las armas de fuego, los invasores alcanzaron a llegar a la desembocadura del río Tabay solo para encontrarse que los estaban esperando otros 2000 guaraníes formados en línea listos para la pelea.
Solicitaron clemencia otra vez pero los caciques guaraníes se negaron a proporcionarla y los jesuitas no hicieron mucho para interceder. Ellos también estaban contagiados por el ardor de la guerra.Finalmente arremetieron los bandeirantes contra la banda oriental del río Uruguay buscando la salvación pero fue un esfuerzo inútil. Los estaban aguardando y sufrieron constantes ataques que los diezmaron. Perdido el orden marcial, la bandeira se fue disgregando en pequeños grupos que fueron cazados sin piedad. La persecución aborigen fue mortal. Los tupíes eran muertos sin miramiento alguno y los portugueses asesinados así se rindieran.
Durante meses, luego de la batalla, partidas de guaraníes peinaron prolijamente la zona hasta no dejar a ningún bandeirante en actitud de pelea. La batalla había sido terrible. De los 3000 paulistas que iniciaron el ataque, solo un puñado de tupíes regreso a San Pablo junto a 120 portugueses y mamelucos. Hubo un intento posterior por socorrer a los derrotado pero el padre Altamirano junto con las tropas guaraníes de Abiarú interceptaron a los paulistas y derrotan a finales de 1641.Con esto, cesaron por muchísimo tiempo, las temibles bandeiras. En los territorios portugueses de Brasil, ahora sabían que los jesuitas no solo eran capaces de cultivar tierras sino trabar tan fuerte amistad mediante el vínculo religioso, que los guaraníes se habían constituido en un ejército regular que había que respetar.
Los calvinistas holandeses
El origen de las Bandeiras
En Brasil los bandeirantes se los considera héroes. Son reconocidos por la mayoría del pueblo brasileño y sus autoridades, como "valerosos" soldados que expandieron el territorio, contribuyendo a la grandeza de Brasil. Las autoridades de ese país dedicaron en su honor numerosos monumentos. Por el contrario, para los pobladores argentinos, paraguayos y uruguayos que debieron sufrir sus violencias, estas personas no son otra cosa que piratas de tierra firme, salvajes y ladrones.
Un detalle a considerar. La causa de toda esta barbarie paulista la tenemos que rastrear, en el auge de la expansión marítima protestantes.Las bandeiras quizás, no habrían tenido su razón de ser sin el auge del comercio holandés.
Monumento a las Bandeiras
Sao Paulo
Brasil
Obra del Arquitecto Vitor Brecheret
Fue inaugurada en 1953
Foto
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En verde claro
Compañía Neerlandesa de Indias Orientales
En verde oscuro, Compañía Neerlandesa de Indias Occidentales
En estos territorios, misionaron los calvinistas,
Hasta que Holanda fue derrotada por ingleses y franceses.
Gentileza
Wikimedia Commons
(C) Marc Pesaresi
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Notas
1. La Holanda del siglo XVII se parecía a una democracia moderna. Cada
provincia conservaba autonomía siendo presidida por un Estatúder que a su vez respondía a otro Estatúder General quien residía en La Haya presidiendo los
Estados Generales o Cámara de Representantes.
Dueños de unos 10.000 barcos, los holandeses comenzaron a expandirse apropiándose a partir de 1620, de Java, Molucas y Malasia e incluso, se atrevieron a atacar las fortificadas colonias portuguesas de India.
En Sudamérica, entre tanto, atacaron Brasil, las Guyanas y Curazao y en Norteamérica fundaron Nueva Amsterdam que hoy se la conoce como Nueva York. Incluso estuvieron presentes en Patagonia tanto oriental como occidental donde colaboraron con los mapuches en sus frecuentes escaramuzas con los españoles. (Los ingleses acabarían con el poderío marítimo holandés en 1655 y los franceses, por tierra, finiquitaron al reino de piratas protestantes hacia 1672).
2. Hacia 1640 las misiones de los jesuitas eran 152 y tenían medio millón de guaraníes cristianizados (incluyendo omaguas, ucayabes, etc.) y se extendían por desde Maynas, Marañón, Quito hasta Pará y la cuenca del Plata, según Lorenzo Hervás, Catálogo de las lenguas de las naciones conocidas..., pp. 260-261.
3. La parcialidad Tupí era enemiga ancestral de los Guaraníes. De allí su colaboración con las hordas paulistas.
4. El Ministerio de Ecología y Turismo de la provincia argentina de Misiones, honra la memoria de este bravo cacique guaraní. A partir del decreto Provincial N° 239, se denominó con el nombre de "Capitán Cacique Ignacio Abiarú" al mirador sobre el arroyo Acaraguá de la ruta Costera N° 2 "Papa Juan Pablo II".
Bruno; Cayetano: Las Reducciones Jesuíticas de Indios Guaraníes (1609-1818); Ediciones Didascalia; Rosario; Santa Fe; Argentina; 2000.
Santos Pérez; José Manuel, Cabral de Souza; George
Félix: El desafío holandés al dominio ibérico en Brasil en el siglo XVII; Ediciones Universidad Salamanca; España;
2006.
Cortesía Misiones Online
Dueños de unos 10.000 barcos, los holandeses comenzaron a expandirse apropiándose a partir de 1620, de Java, Molucas y Malasia e incluso, se atrevieron a atacar las fortificadas colonias portuguesas de India.
En Sudamérica, entre tanto, atacaron Brasil, las Guyanas y Curazao y en Norteamérica fundaron Nueva Amsterdam que hoy se la conoce como Nueva York. Incluso estuvieron presentes en Patagonia tanto oriental como occidental donde colaboraron con los mapuches en sus frecuentes escaramuzas con los españoles. (Los ingleses acabarían con el poderío marítimo holandés en 1655 y los franceses, por tierra, finiquitaron al reino de piratas protestantes hacia 1672).
2. Hacia 1640 las misiones de los jesuitas eran 152 y tenían medio millón de guaraníes cristianizados (incluyendo omaguas, ucayabes, etc.) y se extendían por desde Maynas, Marañón, Quito hasta Pará y la cuenca del Plata, según Lorenzo Hervás, Catálogo de las lenguas de las naciones conocidas..., pp. 260-261.
3. La parcialidad Tupí era enemiga ancestral de los Guaraníes. De allí su colaboración con las hordas paulistas.
4. El Ministerio de Ecología y Turismo de la provincia argentina de Misiones, honra la memoria de este bravo cacique guaraní. A partir del decreto Provincial N° 239, se denominó con el nombre de "Capitán Cacique Ignacio Abiarú" al mirador sobre el arroyo Acaraguá de la ruta Costera N° 2 "Papa Juan Pablo II".
Bibliografía consultada
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etnografía del cuerpo en los pueblos guaraní; Fondo Nacional de la Cultura y las Artes; Editorial Tiempo de Historia; Asunción; Paraguay; 2009.
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Indígenas: Desde la Conquista Hasta el Siglo XX; De esta Edición - Biblioteca Ayacucho; Caracas; Venezuela; 1992.
Lozano; Pedro: Historia de la Compañia de Jesus en la
provincia del Paraguay; Madrid, España; 1755.
Mora Mérida; José Luis: Historia social de
Paraguay: 1600-1650; Consejo Superior de Investigaciones Científicas - Escuela de Estudios Hispano Americanos de Sevilla; Sevilla; España; 1973
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Sur: Historia de la aventura; Editorial Renacimiento; Madrid; España; 2006.
Nunes de Leão; Duarte: Primeira parte das Chronicas dos Reis de Portugal; Lisboa; Portugal; Anno M.D.C.(1600).
Nunes de Leão; Duarte: Primeira parte das Chronicas dos Reis de Portugal; Lisboa; Portugal; Anno M.D.C.(1600).
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Cortesía Misiones Online