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sábado, 4 de octubre de 2014

AMOR INCONDICIONAL


BIENAVENTURADO EL QUE PIENSA EN EL POBRE
EN EL DÍA MALO LO LIBRARÁ JEHOVÁ

(Salmo 41:1)



Por
Carolina Alfaro
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Que Dios nos ama, no tengo dudas;  basta leer Juan 3:16 " Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna".

No hay demostración más grande de amor incondicional de parte de Dios, que dar tu propio hijo por amor por los demás. Te ilustro: Mañana llegan guerrilleros donde vives  y reúnen a los habitantes y deciden que van a matarlos  a menos que ofrezca una víctima que muera por todos. Nadie quiere morir por los demás, quizás alguien que quiera mucho a su esposa o hijos decida suplantarlos, pero porque son su familia. Entonces, después de nerviosas consultas, se presenta un Padre y dice: -Maten a mi hijo para salvación del resto de los demás. 

Fuerte ¿verdad? Bueno, eso es lo que Cristo hizo por nosotros. Su amor por los seres humanos perdidos, rebeldes, alejados por la desobediencia, hoy tienen una chance de poder disfrutar de la vida eterna, gracias a que Cristo murió por nosotros en la cruz. 

Y si Dios envió a su hijo a morir en la cruz por personas que no lo conocían tampoco amaban ¿qué tanto puede hacer por las personas que aceptan a Jesús como Señor y Salvador? Evidentemente, mucho más. A veces no la logramos entender y sentir este amor, sino hasta cuando el Espíritu Santo decide revelarnos este amor en nuestro corazón.

Como cristianos podemos llegar a amar a nuestro prójimo de manera incondicional, a tal punto de dar nuestra vida por otro. ¿O no?  No es sencillo responder; yo creo que no y ¿tú lector?   Meditas en la respuesta ¿cierto? 

A veces recibimos cosas de parte de alguien que parecen pequeñas. Algunos dan lo que les sobra, otros, lo que quieren pero algunas personas dan hasta lo que necesitan para que otra persona esté mejor en la vida. En realidad,  no sabemos el valor de lo obsequiado, hasta que vemos el valor que tuvo primero para el que obsequio: Siempre acostumbro a poner a manera de ejemplo mis experiencias en mi diario vivir.

Hace unas semanas, nos convocaron a una reunión en nuestro trabajo y allí fuimos mis compañeros y yo; el salón donde nos hablarían, era  de esos que parecen cuartos fríos como para congelar gotas de aguas. 

Tengo que admitirlo: el frio no es mi mejor amigo y, si bien estaba abrigada,  igualmente la baja temperatura me caló hasta los huesos. Sí que estaba helado ese salón. Todos estábamos en esa misma situación allí adentro. Yo empecé a tiritar y conmigo, otras personas. No tenía suficiente ropa y luego de un rato, empecé a sentirme mal.  

 De repente, siento que alguien comienza a abrigarme con  otro suéter, chaqueta o como se le llame esta prenda en cada país.  El alivio fue instantáneo. Créanme que pensé que me habían dado el mejor regalo del mundo en ese momento; sentí ese calor extra  y pensé que tremendo: mi amigo ha dejado su abrigo y ha decidido soportar el frio para cubrirme y hacer que yo me sintiera más cómoda. Que amabilidad de su parte, cuanta gentileza.

Actitudes como éstas, son demostraciones de amor incondicional tanto de parte de Dios (seguramente inspiró al corazón que me prestó el abrigo) como de mi amigo: porque amor incondicional también significa “sentir y seguir fielmente a otra persona; padres, hermanos, amigos, conocidos; sin limitaciones ni condiciones”. Amor condicional es querer lo mejor para los demás. Convengamos que, para muchos, pueda que el dar un abrigo no signifique nada, pero para mí, en esos momentos, significo muchísimo. 

Por lo general vivimos en un mundo donde solo nos importa el “yo”; yo tengo que comer, yo tengo que tener vivienda, yo tengo que estar cómodo, yo tengo que tener amor, yo tengo que  sobresalir, yo tengo que ser yo o no seré nadie, quiero ser alguien, algo, por lo tanto, yo primero y el resto, que se embrome;   vivimos en un mundo sobreabundante  de “Yo”; Llamo a esto,  efecto “yo-yo”.  

Millones quieren todo para sí mismos y el resto, que se arregle. Si hasta algunos justifican su falta de solidaridad diciendo: -¿Por qué tengo yo que dar? A nunca nadie me dio nada en la vida. Bien, yo pregunto: -Si nadie te dio nada en esta vida ¿qué haces con vida? Bien que te pudieron abortar pero ahí estás, vivo y coleando. 

Considero que debemos comenzar a compartir las bendiciones que Dios nos da, aunque sea poco, aun cuando no sepamos qué  significado tenga  para la otra persona la ayuda que damos. Porque puede que para nosotros dar unas ropas sea algo sin importancia pero para el que no tiene, el valor del abrigo en tiempos fríos será inconmensurable, como el valor de un tesoro. Debemos de desprendernos ya del “Yo” y comenzar a usar los demás pronombres: Tú, el, ella, ustedes, se siente muy bien cuando se da algo, al menos en mi experiencia lo es.

Como seguidores de Cristo e imitadores de su amor incondicional, debemos comenzar a amar a nuestro prójimo incondicionalmente; y si ya lo hacemos pues, muchas felicidades y a seguir haciéndolo. Todos, en esta vida, siempre necesitamos de todos, aunque a veces nos creamos autosuficientes.  Pero nuestro deber es ser solidarios. Recuerda: "A Jehová presta el que da al pobre y el bien que ha hecho, se lo volverá a pagar" (Proverbios 19:17).

¡Un momento! ¿Dices que no tienes nada para dar? No te preocupes. Tienes mucha oración que puedes ofrendar. Recuerda: si eres pobre y nada tienes, lee: " Porqué el librará al menesterososo que clamare, y al afligido que no tuviera que le socorra. Tendrá misericordia del pobre y del menesteroso, y salvará la vida de los pobres. De engaño y de violencia redimirá sus almas y la sangre (vida) de ellos será preciosa ante sus ojos" (Salmo 72:12-14). De modo que, al orar, entrega parte de la oración para que Dios atienda las necesidades de los demás y el resto, vendra a su tiempo, según la voluntad de Dios.

Créanme: se llega a un punto en la vida que necesitamos hasta lo más mínimo.

EL PECADO DEL RACISMO















Por

Carolina Alfaro











La palabra racismo según RAE: 1. m. Exacerbación del sentido racial de un grupo étnico, especialmente cuando convive con otro u otros. 2. m. Doctrina antropológica o política basada en este sentimiento y que en ocasiones ha motivado la persecución de un grupo étnico considerado como inferior.

Honestamente, yo consideraba que en este siglo el racismo era un cuento de antaño, algo que ya estaba superado por la humanidad. Como salvadoreña no me había enfrentado al dolor de la discriminación hasta hace poco, cuando  a un norteamericano –que quizás sea mi hermano en la fe pero de los protestantes carnales que tanto abundan en el país del norte- se le ocurrió recordarme que era una simia en la Tierra, poco menos, que él no hablaría con una india sino con alguien de su color.

El dolor que me provocó fue tan grande, que me paralizó. ¿Cómo sería el tipo que me insultó de este modo? Evidentemente, no es normal. Seguramente es un pobre ignorante que va en contra de las evidencias. Porque, desde el punto de vista de la evolución, todos venimos de África. Y desde el testimonio de las Escrituras, todos somos hijos de Dios descendientes de una primera pareja humana cuyo color de piel ignoramos por completo. ¿Cómo se atreve entonces, este mal hombre, hablarme de ese modo?

No sé cómo explicar lo que sentí en ese momento; solo guarde silencio y me repetí uno de mis versículos favoritos  para los momentos de batalla: Filipenses 4:7  “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”.

De verdad, es lo único que le clamaba a Dios que me diera su paz; admito se me salieron lágrimas al darme cuenta de la crueldad de la humanidad.  Pensé en ese momento, como los humanos pueden actuar con tanta soberbia y no darse cuenta que tenemos como mandato el amarnos los unos a los otros, sin importar el color de piel o de que país eres. 

También pensé en ese momento, en la discriminación enorme que viven ciertos grupos del continente africano, quienes por tener el color de piel oscura son ninguneados de todo desarrollo.  Por supuesto: no ignoro que el racismo se da tanto entre negros, como entre amarillos, blancos, etc., que la discriminación, xenofobia, el desprecio, está en todas partes.

Es el corazón del hombre quien incita a la violencia racial. A pesar de gozar de tanto conocimiento científico, de tan poderosa tecnología, aún estamos en la era de la piedra en cuanto a convivencia. Sino, echemos una mirada a lo que sucede actualmente en Ucrania, donde la violencia ya tiene elementos raciales, siendo que ambos pueblos, rusos y ucranianos, son eslavos de origen. ¿Cómo se pueden enfrentar entre hermanos considerándose unos con otros diferentes? Pero ahí están, como tribus ancestrales, aprestándose a luchar y derramar sangre porque no pueden o no quieren vivir en paz.

Jesucristo advierte sobre este tipo de comportamientos discriminatorios: Juan 13:34 “Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros; que como yo os he amado, así también os améis los unos a los otros”.  Comprendo que para nosotros los que vivimos en Cristo, la maldad racial no existe en nuestro diario vivir, pero por desgracia convivimos con gente de corazón podrido  y debemos soportar el racismo sobre todo, de parte de los no conversos. 


Soy maya y salvadoreña
¡A mucha honra!

Saben, como salvadoreña, me siento orgullosa de mi raza. Cuando los anglos sajones como este de Estados Unidos que me insultó, eran poco menos que indómitos viviendo en chozas en Europa, nuestra cultura Maya gozaba de urbanidad y cultivos que aún asombran a la ciencia arqueológica. Si yo me tuviera que gloriar desde mi raza, no tendría ningún problema. No existe un solo anglo que me pueda convencer que eran más desarrollados que nosotros.


También soy Hija de Dios
Alabado sea el Señor

Pero yo sé muy bien que Dios reprobaría mi conducta si me comportara de  modo tan malvado. Todos somos criaturas de Dios pero evidentemente, no todos somos sus hijos. De lo contrario, el racismo no existiría. Yo tengo prohibido por Dios agraviar por cuestión de razas y no solo prohibido, sino que me ordena el Señor, amar a mi prójimo. Soy hija de Dios ¿cómo podría yo ocuparme en resaltar mi raza si Dios me llamó a ser parte de la eternidad? 

Me gustaría usar este medio, ya que Dios me ha dado la oportunidad de expresarme  por escrito,  instar a vivir en el amor de Cristo y honrar el mandamiento de amarnos los unos a los otros, a testificar lo malo del racismo, a que cuidemos nuestro comportamiento cuando estemos en presencia de otras razas o gentes de naciones vecinas; a sembrar  semillas de amor hacia todos sin importar el color de piel porque si vivimos en Cristo nueva criatura somos, y parte de nuestra misión en la vida es ser imitadores de nuestro Señor.

En la Biblia 

Leemos como Jesucristo en su Ministerio, se sentó con pecadores; con todo los despreciados, dándonos a entender con su comportamiento, que todos debemos vivir como hermanos, sin prejuicios y sin soberbia. Yo se que, cuando me agraviaron por mi raza, Cristo estaba a mi lado, DE MI LADO. 

¿Acaso no hablo con los samaritanos, gente odiada y despreciada por los hebreos? ¿Acaso nosotros los gentiles no alcanzamos la salvación gracias a que Pablo dominó en el Espíritu sus prejuicios y se dedicó a predicar entre los pueblos que nada sabían de Dios? Quiero terminar este artículo con una oración. Acompáñeme el lector si desea:
“Padre Celestial, gracias en Cristo por la Salvación, gracias por renovar nuestras mentes y corazones, gracias por el perdón de los pecados, gracias por hacernos nuevas criaturas. Quiero pedirte por ese racista que me lastimó. En tus manos dejo esta causa. Mi carne clama justicia, que le llueva fuego del cielo, pero mi deber es suplicarte en el Espíritu por esta alma perdida. Él no sabe el mal que se hace a sí mismo con sus palabras, sus actitudes. Esta ciego, sordo, ignorante. Dale una oportunidad para que te conozca mi Señor Jesús y se arrepienta de su vano modo de vivir, y reconozca que el racismo es una maldad que provoca el diablo. Concédeme misericordia para sanar este dolor y para el que me agravió también,  para que él se convierta y tenga acceso a las bendiciones que nos esperan a los que aceptamos a Cristo como Señor y Salvador de nuestras vidas. Rescátalo de las mentiras en que lo tiene engañado satanás. Gracias Padre en nombre de Jesús, gracias por el Espíritu Santo que habita en mí, gracias porque se que esta oración ha sido oída y respondida, amen”.

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Carolina Alfaro es Licenciada en idioma Inglés, con especialización en Interpretación y Traducción.

viernes, 21 de marzo de 2014

¿JUZGAR o NO JUZGAR?




Mateo 7:1-6
Escudo del que no quiere cambiar

 Fotograma 
300
Zack Snyder - 2006

Mateo 7:1-6 es un versículo problemático. No tenía idea de cuantas veces se utiliza, a conciencia o inconciencia, para evitar todo tipo de enmiendas, amonestaciones, etc, hasta que me enfrenté con la situación que lo sacó a relucir.

El problema es grave sobre todo para los encargados de guiar al pueblo de Dios.  Con sorpresa veo numerosas notas dedicadas a este versículo pero por razones de espacio, decidí tomar dos ejemplos. El Pastor Ureña se pregunta: 

¿Cuál es la aplicación apropiada de este mandamiento? 

Esos que se aferran a "No juzguéis, para que no seáis juzgado," cuando alguien valiente se atreve a condenar a esos que cometen errores doctrinales o pecados, deberían leer el capítulo entero, ya que Jesús dijo "Guardáos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas...." (Mateo 7:15). Así que si no juzgamos las obras, las palabras, las motivaciones, los frutos de esos "falsos profetas, ¿Cómo nos "guardaremos" de ellos y cómo "guardaremos a nuestras congregaciones, familias, ministerios…? En otras palabras… 

¿Cómo podemos conocer a los falsos profetas si no los juzgamos de acuerdo a la Palabra de Dios?

Si no usamos "juicio" (que según lo define el Diccionario de la Real Academia significa "Facultad del alma, por la que el hombre puede distinguir el bien del mal y lo verdadero de lo falso.", ¿Cómo conocemos a los falsos profetas? Y si no lo hacemos, ¿Cómo podemos cuidar, salvaguardar, proteger a las ovejas, de los "lobos rapaces? finaliza preguntándose Ureña.
Una hermana, cuyo nombre desconozco, ha escrito: 

“Hay quienes han hipertrofiado y torcido el consejo que en Mateo 7:1-6 da el Señor, hasta el punto de creer que no se puede emitir ningún criterio sobre las características o el comportamiento de otra persona. 

También hay cristianos que estando en pecados y no queriendo que nadie los exhorte ni les eche en cara el mal que hacen, se agarran fieramente de este pasaje. Cuando alguien va a hablarles de su mal comportamiento, en seguida responden: "¡no juzgues, no juzgues!"  

En este último pasaje vemos que nos exhorta a guardarnos de los falsos profetas, para lo cual es necesario juzgar quién es un falso profeta. Luego nos enseña cómo conocerlos, diciéndonos que se conocerán por sus frutos. De nuevo tenemos que juzgar qué es un buen fruto y qué es un fruto malo. Veamos. “Y guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, más de dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis.” (Mateo 7:15-20

Si fuéramos a aceptar la exagerada interpretación de los que pretenden creer que el cristiano no puede juzgar, caeríamos en la parálisis mental. No podríamos llamarle la atención a nadie sobre nada, porque eso sería juzgarlo. Peor aún, ni siquiera podríamos formarnos un criterio sobre la actuación de los demás, porque eso sería juzgar. Si viéramos a un individuo entrándole a palos a una anciana, no podríamos pensar que es un malvado, porque eso sería juzgar. ¡Sería algo totalmente absurdo!

Es más, la misma institución del Pastorado quedaría disuelta, porque su labor implica el velar por las almas, decirles cuándo están haciendo mal o bien; y eso sería juzgar”. 
En síntesis, el contexto del pasaje en cuestión, habla de evitar juzgar a la ligera, lo cual no invalida, el derecho a expresar juicios en caso de que sea necesario pero aplicando criterio. De lo contrario ¿qué Pastor podrá realizar su tarea si cada sermón es resplicado con "usted está juzgando"? (Ver Lucas 6:37-42).

La Biblia, por otra parte, deja claro que algunas actitudes deben ser reprendidas de modo privado y otras públicamente. Reprender exige una evaluación previa del comportamiento del ofenser, que requiere un juicio. "Y si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele a solas tú con él; si te escucha, has ganado a tu hermano" (Mateo 18:15). Si el problema es más grave: "Contra un anciano no admitas acusación a no ser sobre la base de dos o tres testigos. A los que persisten en pecar, repréndelos delante de todos, para que los demás tengan temor" (1 Timoteo 5:19,20).

Marc Pesaresi

TIEMPO

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