miércoles, 14 de octubre de 2015

EL ESPÍRITU SANTO



EN EL LIBRO DE LOS HECHOS

APUNTES



"Una antigua leyenda de los indios americanos relata de uno de ellos que bajó de las montañas y vio el océano por primera vez en su vida. Pasmado ante la escena, pidió una jarra de un litro. Se metió en el agua y al llenar la jarra, le preguntaron para qué lo hacía. "Arriba en las montañas", contestó, "la gente de mi pueblo jamás ha visto el Gran Lago. Les llevaré esta jarra llena de agua para que lo vean cómo es". Antes de morir el papa Juan (Juan XXIII), le preguntaron cuál de las doctrinas de la iglesia merecía mayor énfasis en el día de hoy. Contestó: "la doctrina del Espíritu Santo". Algunos años atrás, mi esposa y yo tuvimos el privilegio de pasar unos días de vacaciones en Suiza como invitados del doctor Karl Barth, el afamado teólogo suizo. Durante el curso de nuestras conversaciones le pregunté cuál sería el próximo énfasis en materia de teología. Respondió sin vacilar: "El Espíritu Santo". Tratar de escribir un libro sobre un tema tan vasto como el Espíritu Santo, es como querer capturar el océano en una jarra de un litro. El tema es en extremo infinito, y nuestras mentes son extremadamente finitas". 
Billy Graham 




Por

Marc Pesaresi

"En alguna medida, he vacilado antes de escribir este libro. Pero el haberlo escrito me ha abierto a un nuevo panorama respecto al ministerio del Espíritu Santo; también me ha permitido entender ciertos actos del Espíritu Santo en el mundo de nuestros días. Mi esperaza y oración es que este libro logre ser informativo y esclarecedor para muchos creyentes. También ruego que el libro contribuya a la unidad. El Espíritu Santo no vino a dividir a los cristianos sino que vino, entre otras razones, a unirnos".

Comparto lo que escribe Graham en la página 8 de su libro "El Espíritu Santo"; el tema intimida pero a la vez nos desafía a entender a la Tercera Persona de la Trinidad cuyo ministerio en la Tierra lo involucra día tras día con los creyentes.


Millones de evangélicos SÍ creen en el bautismo del Espíritu Santo

Algunos autores pentecostales y carismáticos (1) lo han definido como “una puerta de entrada a una dimensión espiritual más profunda, que libera los dones espirituales en la vida del creyente (…); que revela y exalta la persona del Señor Jesucristo (…); que expone el poder del mal de Satanás (…); y que arroja nueva luz sobre la Palabra de Dios”.

Existe convencimiento en el ámbito pentecostal y carismático, que el bautismo es una experiencia necesaria para lograr una mejor comunión con Dios; un hecho divino que al ocurrir, provoca diversas reacciones emotivas en los creyentes sinceros. Sin embargo, no todos los protestantes evangélicos aceptan el bautismo del Espíritu Santo.


Millones de evangélicos NO creen en el bautismo del Espíritu Santo

En las iglesias protestantes históricas o de teología ortodoxa (en conformidad con los principios de creencias o prácticas tradicionales) rara vez se menciona el bautismo del Espíritu Santo. No se duda en estos ámbitos de la llegada del Espíritu a los nuevos conversos pero sí se descree que llegue acompañado de glosolalia, risas santas, desmayos, etc. Para estas comunidades cristianas, el Espíritu Santo no bautiza pero si entra en el creyente al momento de aceptar a Cristo como Señor y Salvador transformando al cuerpo del converso en un templo. En estas comunidades la mitad de los dones carismáticos o están muy disminuídos o bien, derogados.

En las iglesias pentecostales y carismáticas, por el contrario, la experiencia del bautismo del Espíritu Santo existe y algunos de ellos se atreven a sugerir, que esta oportunidad de gozar de un intenso bienestar espiritual esta vedado a los no pentecostales. McArthur Jr., cita al carismático Howard Edwin, quien escribió: “el esfuerzo por interpretar las manifestaciones carismáticas del Espíritu Santo sin una experiencia carismática es tan fatuo (falto de razón, entendimiento, discernimiento, etc.) como la aplicación de la ética cristiana separada de una dinámica regeneradora. (…) El Espíritu Santo no revela secretos espirituales a los no comprometidos”. (2)

El bautismo del Espíritu 

Indagando en la historia de la iglesia, se observa que siempre hubo grupos de cristianos con características que podemos catalogar como de “pentecostal carismático”, cuyas prédicas enfatizaban en la obra del Espíritu. Pero, con el fin de evitar extender demasiado el escrito, remitiremos a las evidencias en las Escrituras obviando lo histórico.

Hechos 2: 1-21 

Narra un solemne evento cristiano donde se oficializó la iglesia de Nuestro Señor Jesucristo conforme a su promesa registrada en Hechos 1:5. En este pasaje se nos informa que Jesús, luego de resucitar y de haber visitado durante cuarenta días a los fieles para animarlos y darles instrucciones, estando a punto de ascender al cielo dijo: “…recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra”.

Observe el lector que Jesús divide la predicación del evangelio en tres grandes regiones: Judea con Jerusalén como capital, Samaria y el resto del mundo. Esta labor solo podía ser iniciada “cuando haya venido (…) el Espíritu Santo”. 


¿Cuándo vino el Espíritu Santo?

Ciertamente, el Espíritu Santo como Dios siempre estuvo presente desde antes de los albores de la humanidad. Sin embargo, al momento de inaugurarse el Nuevo Pacto entre Dios y los hombres; una época llamada Dispensación de la Gracia o tiempos finales- el Espíritu Santo viene para morar en cada creyente de modo permanente. En el Antiguo Testamento, el Espíritu llegaba por momentos. (Ver Sansón por ejemplo). En este contexto, el Espíritu llega a los hombres con señales inequívocas de su presencia  y permanencia.


Este gran evento ocurrió en Pentecostés. Estando todos los conversos reunidos en una casa y según narra Hechos 2:1-13, el Espíritu llegó e ingresó en los fieles con grandes señales. Desde ese momento, el requisito para recibir al Espíritu fue conforme a lo que informa Hechos 2:38: “Pedro les dijo: arrepentíos, y bautícese casa uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”. ¿Y qué es el don del Espíritu Santo que promete Pedro? Don es regalo, dádiva; algo que Dios regala a alguien sin merecer tal cosa y tiene carácter de irrevocable. Por lo tanto, el don que hace referencia el apóstol es la llegada del Espíritu a morar en el creyente.

En Hechos 8: 4-25 se nos dice que Felipe comenzó su trabajo a favor de la causa de Cristo entre los Samaritanos realizando señales (exorcismos y sanidades). En el transcurso de su viaje tuvo que enfrentar a un mago poderoso llamado Simón, quién impresionaba a la población con el ejercicio de sus artes oscuras. Este mago, deseando ser como Felipe, se convirtió por conveniencia (3). Muchos samaritanos creyeron en Jesús gracias a la labor misionera de Felipe y se bautizaron en el nombre del Señor Jesucristo (versículo 12) pero ¡no recibieron al Espíritu Santo! 


¿Por qué?

Algunos interpretan que, siendo Pedro quien recibiera las llaves del Reino (Mateo 16:18,19; Marcos 8:27-30; Lucas 9:18-21) con “potestad de atar y desatar tanto en los cielos como en la Tierra, era quien debía –luego de Pentecostés- orar para que los nuevos conversos recibieran al Espíritu Santo como un tiempo atrás lo hicieran muchos en Jerusalén. 

Es por esta razón, infieren numerosos teólogos, al arribar Pedro junto a Juan a Samaria, impuso manos a los nuevos creyentes y estos por fin, recibieron al Espíritu. (Hechos 8:17). Hasta ese momento, dice la Escritura, solo habían sido “bautizados en el nombre de Jesús”. Sin embargo, un episodio en Cesárea difiere de lo que venía aconteciendo hasta ese momento.   



En casa de Cornelio   

Hechos 10 –todo el capítulo- nos habla del encuentro entre Pedro y Cornelio, un piadoso centurión que servía en una compañía llamada “la Italiana” con base en la ciudad portuaria de Cesárea. Cornelio  fue visitado por un ángel de Dios que le dio instrucciones para enviar a buscar a Pedro quien en esos momentos, posaba en la casa de un tal Simón curtidor en Jope a orillas del mar. Mientras el ángel visitaba al militar, el apóstol Pedro en Jope tuvo una extraña visión: observó un gran lienzo bajar del cielo en el cuál había una gran cantidad de animales impuros.

Según el relato, Pedro fue conminado por una voz desde el cielo a matar y comer la carne de aquellos animales a lo que desistió. Por tres veces recibió la orden de matar y comer y tres veces se negó. Finalmente, la voz le dijo “lo que Dios limpió, no lo llames tú común”. En eso que Pedro pensaba que significaba la visión, llegaron los hombres de Cornelio. Entonces el Espíritu Santo le ordenó que fuera con ellos. Al día siguiente partieron los enviados de Cornelio, Pedro y algunos hermanos, iniciaron viaje hacia Cesárea.

Ya en casa de Cornelio, Pedro comenzó a testificar y mientras lo hacía, según el versículo 44, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso. Y tal como sucedió con Jerusalén durante el Pentecostés, hablaron en lenguas y se mostraron gozosos. Tanta demostración del poder divino convenció a Pedro que los gentiles también habían sido llamados y ordenó bautizarlos en el nombre del Señor Jesucristo.Hasta aquí un interesante recuento de las actividades del Espíritu Santo en los comienzos de la iglesia cristiana en el siglo I d C.


El etiópe

En el libro de Hechos existe, no obstante, un episodio que muestra una conversión y bautismo sin ningún evento extraordinario. Cuando Felipe se encontró con el etiope, funcionario de la reina Candace (Hechos 8:26-40) y luego de predicarle, este dijera “creo que Jesucristo es el hijo de Dios” (v 37) fue bautizado en aguas,  no sucedió nada.  Por el contrario, lo maravilloso le ocurrió a Felipe quien, arrebatado por el Espíritu de repente se encontró en  Azoto. Este suceso fue repentino. La Escritura afirma que el etiope “no lo vio más” (4).

No existe similitud en las llegadas del Espíritu Santo en el desierto, Jerusalén y Cesárea. En algunos eventos hubo glosolalia y en otros no. Tal parece que el Espíritu obra según su parecer, de acuerdo a su voluntad.

Los discípulos de Asia Menor

Algunos comentaristas sugieren que, en el caso de los discípulos encontrados en Asia Menor, (Hechos 19) sí se requería una llegada espectacular de parte del Espíritu. Era una región dominada por las fuerzas de la oscuridad. El diablo había controlado el territorio por siglos y sus demonios estaban bien radicados en todas las áreas de la sociedad. Por lo tanto, se  necesitaba una potencia espiritual extra no solo para plantar las semillas del evangelio sino también para ayudar a los nuevos conversos. En este contexto proporcionado por una sociedad plagada de supersticiones y hechicerías, Pablo encontró  discípulos con bautismo de  Juan el Bautista.

Ahora, conviene preguntar: la ortodoxia protestante afirma que no existe el bautismo del Espíritu Santo sino en el Espíritu que es algo diferente. Si esto es así ¿qué de las manifestaciones extraordinarias del Espíritu? Pablo comprendió al verlos, que estaba frente a personas aptas para aceptar a Cristo como Señor y Salvador. El apóstol no demoró en testificar y como resultado, estos hombres aceptaron las buenas nuevas. Al recibir al Espíritu Santo inmediatamente después de convertirse, hablaron en lenguas y profetizaron. ¿Debe entenderse este evento como un pasaje que apoya el bautismo del Espíritu Santo según lo practican los hermanos pentecostales? Algunos creen que si y otro que no. 

Comentaristas no pentecostales interpretan que, el hablar en lenguas, debe entenderse en el caso de los discípulos de Asia Menor como señal no solo a los no creyentes sino también a las potencias diabólicas. La glosolalia fungía como edificación  personal y la profecía, como un modo de ayudar a los demás a interpretar la voluntad de Dios en tiempos donde la Biblia aún no tenía el Nuevo Testamento completo. En la actualidad, todo lo que quiere y pretende Dios de nosotros, está escrito en la segunda parte de la Biblia.

Objeción: Pedro ordenó bautizarse  pare recibir el don del Espíritu Santo (Hechos 2:38).

Respuesta: Según la ortodoxia protestante, este mandato no significa una orden a los cristianos de bautizarse por segunda vez. Pedro se los demandó a los no conversos, por lo tanto el don del Espíritu que refiere es la llegada del Espíritu luego de la conversión y este arribo puede ser sereno o no, con manifestaciones sobrenaturales o no.

En resumen

El Espíritu es prometido a todos los conversos (Hechos 2:38), a quienes lo pidan (Lucas 11:13) y a quienes obedezcan a Dios (Hechos 5:32). Es un don (regalo) que se recibe por fe (Juan 7:39; Efesios 1:13). Antes de Pentecostés, había que esperar el descenso del Espíritu (Hechos 1:4) pero ahora no es necesario (Hechos 2:17,18). Los samaritanos, afectados por prácticas paganas, tuvieron que esperar que Pedro y Juan los ayudaran a recibir el Espíritu (Hechos 8:12; 15-17).

En cambio Cornelio  y sus amigos, por la fe que los movilizaba, recibieron el Espíritu sin necesidad de imposición de manos y de un bautismo previo con agua. En cuanto a los discípulos en Asia Menor, eran discípulos de Juan el Bautista no de Jesús. Por tal razón, una vez que aceptaron al Señor Jesús, recibieron el Espíritu con grandes maravillas. En la actualidad se abusa de las manifestaciones del Espíritu llegando incluso de parte de inescrupulosos, a exasperar personas  para que parezcan estar “en el Espíritu”.

La ortodoxia protestante interpreta que todas las manifestaciones sobrenaturales que se narran en el libro de los Hechos obedecen a los actos inaugurales de las predicaciones apostólicas y de evangelistas a los hebreos, samaritanos  y gentiles y como señales para los no creyentes de la definitiva llegada del Reino de los Cielos. Por último, la frase de Hechos 1:5 de Jesús que dice: “Porque Juan ciertamente bautizó con agua, más vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días” se refiere a lo que acontecería a los discípulos y esto sucedió en Pentecostés. 

Para los pentecostales, ningún don ha sido disminuido tampoco abrogado puesto que irrevocables son los dones del Señor. Por lo tanto, el bautismo del Espíritu Santo es una necesidad para alcanzar una mejor comunión con el Señor.
 _____________________

(1) Kinnaman; Gary D.: Y estas señales seguirán; Editorial Clie; Barcelona; España; 1991; Capítulo 3; p.p. 39,44.-

(2) McArthur Jr.; Jhon F.: Los carismáticos. Una perspectiva doctrinal; Editorial Bíblico Dominicana; Santo Domingo; República Dominicana; 1984; p.19.-

(3) Según Hechos 8:13-22 Simón se “convirtió” para obtener el poder del Espíritu Santo a cualquier precio. Incluso, según el versículo 18, ofreció dinero para obtenerlo y realizar él mismo milagros.

(4) La conversión del etíope ocurrió antes de los sucesos de Cesárea. ¿Por qué no se considera este acto de fe como la primera conversión de un gentil? Porque el africano, dicen algunos comentaristas, era un prosélito judío y no un pagano. Está muy claro que era alguien relacionado con el antiguo culto de los hebreos ya que Hechos 8: 27 nos informa que el funcionario regresaba del Templo adónde había viajado a adorar leyendo las Escrituras. Sin duda su amor por Dios estaba fuera de toda duda. Solo imaginar el largo y peligroso viaje que debió realizar desde Etiopía hasta Jerusalén, habla claramente de la fe de este hombre.

Por este amor, Dios lo recompensó con vida eterna. Ahora bien, para que un pagano pudiera ingresar a la fe de los hebreos tenía que seguir una serie de requisitos entre ellos, ser circuncidado. (Éxodo 12:48,49; Levítico 24:22). Ahora bien: ¿cómo es que siendo eunuco fue aceptado como prosélito y se le permitió el acceso al Templo? La palabra eunuco quiere decir “castrado” y viene del hebreo “saris” que tiene un significado amplio. Por ejemplo, puede significar una persona con autoridad, un oficial de absoluta confianza de algún monarca, y esto se observa en Génesis 39:1 donde a Potifar, que no era un eunuco, se lo identifica como funcionario del faraón.

El etiope pudo ser un funcionario no castrado. Esta interpretación explica porque se le permitió el acceso al Templo. La Biblia dice que ningún hombre podría ser prosélito sin gozar de plena capacidad reproductiva. “No entrará a la congregación de Jehová el que tenga magullados los testículos, o amputado su miembro viril” (Deuteronomio 23:1).

(5) Éfeso era una ciudad ubicada en Lidia, en la costa occidental de Asia Menor-actual Turquía-, cerca de la desembocadura del río Caistro. Por estar en una encrucijada de caminos su mayor atracción era el famoso Templo de la diosa Artemisa (Diana para los romanos), una deidad virgen asociada a la Luna y a la influencia que el satélite de la Tierra ejerce en los sentidos y emociones humanos. El templo, muy importante en la época, estaba construido sobre una plataforma de unos 73 metros de largo midiendo la estructura del tempo en sí, unos 50 metros de ancho por 105 de largo. Poseía una terraza de mármol de primera calidad y unas 100 columnas de 17 metros de alto. La obra había demandado mucho oro y madera de cedro y ciprés. A la diosa en Éfeso se la representaba con piernas parecidas a las bases de los sarcófagos egipcios y poseía muchos pechos símbolos de fertilidad.  Alrededor del santuario sobreabundaba el comercio religioso como la venta de orfebrería devocional, los servicios de hechiceros, astrólogos y cultos orgiásticos. Parece que el demonismo estaba muy extendido si tenemos en cuenta el episodio de los hijos de Esceva narrado en Hechos 19:13-17).

1 comentario:

  1. Para mi el Espíritu Santo no solo es una creencia es también una experiencia. Esto explica un poco mi testimonio personal.
    http://conrazonamiento.blogspot.com.es/2015/07/el-espiritu-de-verdad.html

    ResponderBorrar