En un muro de Facebook, alguien escribió
"Tenemos que ser cuidadosos con las personas que elegimos amistar"
Y añadía:
"Las águilas nunca vuelan junto a las palomas"
La frase encierra una gran verdad. Hubo un tiempo que mi trabajo se desempeñaba en las calles. De esto, hace como dos años a la fecha actual en que repaso este artículo. (25 de mayo de 2018). Estuve en contacto día a día, con gente realmente marginal o refractaria a toda autoridad. Hippies, drogos, rateros, vagabundos, empobrecidos, sobrevivientes a base de vender cualquier cosa, gente que le gusta beber y fumar marihuana, a otros que gustan andar sin bañarse como una forma asumida de vida, rastas, tatuajes, prostitutas, estafadores, mentirosos.
Cada tarde que asumía mi tarea de patrullar mi sector -controlar la actividad de los artistas callejeros- encomendaba a Dios el control no solo de mi vida sino la de todos los que me tocará aplicar la ley. Me quedó la costumbre hasta el día de la fecha.
Por lo general oraba y acababa la oración con "y que la sangre de Cristo me cubra y cubra todo el ámbito donde habré de trabajar". No era un trabajo para cualquiera: la ley dice una cosa, la interpretación otra y la aplicación es diferente. Cada vez que iba a impedir una actuación ilegal nunca estaba seguro de como podría reaccionar la persona cuyo pan se lo gana con lo que hace y lo que menos desea es que lo fastidien en su tarea.
Trabajaba gestionando oportunidades. En vez de ahogarlos impidiéndole ganarse el día, los convencía de moverse de un lugar a otro indicándoles donde podían estar mejor sin que ningún inspector de comercio o representante de Cultura Municipal tuviera que ir a importunarlos por quejas de comerciantes. Pero a veces aparecían rebeldes y al no obedecer, no quedaba otra que labrar actas y confiscar. Era un momento peligroso. La gente por lo general, odia a los inspectores y apoya siempre al infractor. Es algo inexplicable en la conducta de los argentinos.
En donde vivo, la gente para comerciar debe pagar al Municipio lo que se llama canon que no es otra cosa que un impuesto. Si los que pagan ven a otros que venden sin pagar, los enojos y protestas pueden convertirse en una situación de gran peligro. De ahí que el deber y el de mis compañeros, era prevenir antes que lamentar. La mayoría de los que venden en la ilegalidad o fuera de los controles bromatológicos acatan las sugerencias que se le hacen y en un rato levantan sus cosas y se van a otra parte.
Pero he visto compañeros que iban al choque y en su afán por aplicar a rajatabla el reglamento sin darles a los infractores un tiempo de aceptación a las normativas, se metían en problemas porque todo autoritarismo despierta reacción. Se tiene que tener firmeza pero sin tensar demasiado la cuerda. El diálogo me ha enseñado la vida, es la mejor forma de aplicar autoridad. Luego de dialogar, si persiste el problema entonces sí, aplico lo riguroso de la ley. Hay que tener sabiduría, tacto y sobre todo, capacidad para resolver problemas de inmediato. Por supuesto, no falta el que confunde el modo de actuar creyéndolo debilidad y procura doblegarte a veces con persuasión, otras veces intimidando, otras veces directamente amenazando queriendo ir al combate cuerpo a cuerpo o armas.
Podría haberme quejado a Dios diciéndole: -Te pedí un trabajo digno ¿y me enviaste con estos? Pero Dios sabe lo que hace. Después de todo, ahora que lo pienso, en las calles adquirí una experiencia social que no te lo enseña ninguna escuela o universidad. Aprendés a respetar y sobre todo, a entender porque el otro es lo que es.
Por lo general oraba y acababa la oración con "y que la sangre de Cristo me cubra y cubra todo el ámbito donde habré de trabajar". No era un trabajo para cualquiera: la ley dice una cosa, la interpretación otra y la aplicación es diferente. Cada vez que iba a impedir una actuación ilegal nunca estaba seguro de como podría reaccionar la persona cuyo pan se lo gana con lo que hace y lo que menos desea es que lo fastidien en su tarea.
Trabajaba gestionando oportunidades. En vez de ahogarlos impidiéndole ganarse el día, los convencía de moverse de un lugar a otro indicándoles donde podían estar mejor sin que ningún inspector de comercio o representante de Cultura Municipal tuviera que ir a importunarlos por quejas de comerciantes. Pero a veces aparecían rebeldes y al no obedecer, no quedaba otra que labrar actas y confiscar. Era un momento peligroso. La gente por lo general, odia a los inspectores y apoya siempre al infractor. Es algo inexplicable en la conducta de los argentinos.
En donde vivo, la gente para comerciar debe pagar al Municipio lo que se llama canon que no es otra cosa que un impuesto. Si los que pagan ven a otros que venden sin pagar, los enojos y protestas pueden convertirse en una situación de gran peligro. De ahí que el deber y el de mis compañeros, era prevenir antes que lamentar. La mayoría de los que venden en la ilegalidad o fuera de los controles bromatológicos acatan las sugerencias que se le hacen y en un rato levantan sus cosas y se van a otra parte.
Pero he visto compañeros que iban al choque y en su afán por aplicar a rajatabla el reglamento sin darles a los infractores un tiempo de aceptación a las normativas, se metían en problemas porque todo autoritarismo despierta reacción. Se tiene que tener firmeza pero sin tensar demasiado la cuerda. El diálogo me ha enseñado la vida, es la mejor forma de aplicar autoridad. Luego de dialogar, si persiste el problema entonces sí, aplico lo riguroso de la ley. Hay que tener sabiduría, tacto y sobre todo, capacidad para resolver problemas de inmediato. Por supuesto, no falta el que confunde el modo de actuar creyéndolo debilidad y procura doblegarte a veces con persuasión, otras veces intimidando, otras veces directamente amenazando queriendo ir al combate cuerpo a cuerpo o armas.
Podría haberme quejado a Dios diciéndole: -Te pedí un trabajo digno ¿y me enviaste con estos? Pero Dios sabe lo que hace. Después de todo, ahora que lo pienso, en las calles adquirí una experiencia social que no te lo enseña ninguna escuela o universidad. Aprendés a respetar y sobre todo, a entender porque el otro es lo que es.
He visto mucha miseria humana -mucha de esta gente viven ambulando, durmiendo por allí, comiendo restos, viviendo de lo que consiguen con sus artesanías o peticiones- pero también dentro de esta gente, reluce el amor y la bondad y no todos están del lado del mal como uno puede llegar a prejuzgar. No todos estos individuos son malas personas. A veces llegaba a solicitar que se marcharan y me decían: -Usted siempre nos trata bien, nunca nos levanta la voz, jamás nos echa del mal modo. Por supuesto, a veces aparecían algunos desafiantes contra los cuales no quedaba otra cosa que defenderse.
Dios ha querido que vea un mundo nuevo y estoy agradecido. Hoy cuando hablo de estas personas, conozco ambos lado de la misma moneda. Se porque una mujer se vende, porque un joven fornica mujeres veteranas, porque viven como lo hacen y si bien algunos modos de vivir son injustificables, no es menos cierto que, como cristiano, yo no puedo juzgar sino predicar con el ejemplo de conducta. Ser justo es un deber de todos nosotros.
¿Debo amistar estas personas? Dependerá de su conducta. Uno sí puede seleccionar sus amistades pero no puede seleccionar a la hora de compartir la buena nueva del evangelio.
Lo más llamativo para mi, es que Dios ama a estas personas. Dios no los mira con desprecio sino que está constantemente llamando al perdido. Dios los mira con ojos de justicia. ¿Has leído las bienaventuranzas? Estas personas son lastimadas a diario por el sistema y es normal que estén enojados. Pero con los años he visto como semillas que fueron plantadas y que parecían que no reverdecerían jamás, dieron sus frutos. Dos jóvenes ex drogadictos hoy son cristianos y viven una vida, no sin problemas, pero al menos lejos de las drogas. Esto no significa que te hagas amigos de ellos. Se debe tratar con respeto pero sin dejar de gestionar la vida propia aplicando criterio y prudencia. No se puede ser amigo de todas las personas.
Dios ha querido que vea un mundo nuevo y estoy agradecido. Hoy cuando hablo de estas personas, conozco ambos lado de la misma moneda. Se porque una mujer se vende, porque un joven fornica mujeres veteranas, porque viven como lo hacen y si bien algunos modos de vivir son injustificables, no es menos cierto que, como cristiano, yo no puedo juzgar sino predicar con el ejemplo de conducta. Ser justo es un deber de todos nosotros.
¿Debo amistar estas personas? Dependerá de su conducta. Uno sí puede seleccionar sus amistades pero no puede seleccionar a la hora de compartir la buena nueva del evangelio.
Lo más llamativo para mi, es que Dios ama a estas personas. Dios no los mira con desprecio sino que está constantemente llamando al perdido. Dios los mira con ojos de justicia. ¿Has leído las bienaventuranzas? Estas personas son lastimadas a diario por el sistema y es normal que estén enojados. Pero con los años he visto como semillas que fueron plantadas y que parecían que no reverdecerían jamás, dieron sus frutos. Dos jóvenes ex drogadictos hoy son cristianos y viven una vida, no sin problemas, pero al menos lejos de las drogas. Esto no significa que te hagas amigos de ellos. Se debe tratar con respeto pero sin dejar de gestionar la vida propia aplicando criterio y prudencia. No se puede ser amigo de todas las personas.
Aún así, he observado que esta gente lo necesita todo. Pero su estilo de vida los ha transformado en desconfiados, engañosos, complicados y se encuentran en las antípodas del comportamiento que se espera de un cristiano nacido de nuevo y comprometido. Pero Dios, insisto, no quiere que nadie se pierda, ni siquiera uno de estos que van de un lado a otro del mundo, vendiendo lo que pueden o vendiéndose ellos mismos. Por lo tanto, si puedes, predícales pero eso no significa que te hagas su amigo intimo. Si se convierte, habrás ganado un alma para Cristo y con el tiempo, quien sabe, tal vez se convierta en una persona muy especial para Dios y para el servidor. Entre tanto, hay que ser precavidos.
Ciertamente, las águilas no vuelan con las palomas pero nosotros, que somos como palomas, no nos queda otra que volar entre depredadores con la ayuda de Cristo, que en todo nos fortalece.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario